A mi juicio, Aldecoa es más grande
cuanto más pequeño escribe.
[…] En cuatro páginas, Aldecoa
infunde aliento a seres de verdad —como los segadores de su relato Seguir de
pobres— o plantea problemas serios, sin acritud, es cierto, pero con firmeza.
Por otro lado, el esmero, la pulcritud de su estilo, hallan su cabal eficacia
en estos relatos breves donde tan sólo se aspira a apresar un tipo o la fugacidad de un instante.
[…] Esta maestría de Aldecoa en el relato
corto, la seguridad con que se mueve dentro de él, le indujo, indudablemente, a
construir sus primeras novelas sobre la base de acumular a lo largo de un
sutilísimo hilo argumental una serie de anécdotas y descripciones ambientales
que por sí solas constituyen valiosas narraciones independientes. Sus
dos primeras novelas son novelas desmembradas o, para mejor entendernos,
descuartizadas.
[…] No obstante, en las novelas de
largo aliento de Aldecoa, y en particular en Gran Sol […] hay, para mí, cierto
exceso de literatura: una morosidad faulkneriana (que en Faulkner es connatural,
pero en Aldecoa estudiada), un deleitoso paladeo de vocablos.
[…] Así, los vocablos marineros
de Gran Sol se presentan amontonados, traídos por los pelos. Se ve
enseguida que el autor no los domina, ni siquiera los conocía. Los aprendió
para esta ocasión y esa provisionalidad, ese estar prendidos con alfileres, se
echa de ver en el libro.
Miguel Delibes — España 1936-1950: Muerte y resurrección de
la novela.
La fotografía es de Teodoro Naranjo