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domingo, 24 de mayo de 2009

Tess Gallagher: Carver y yo

Tándem.

Antes de Gallagher: Una infancia en los bordes de la pobreza, un matrimonio demasiado joven, diez años de “trabajos de mierda”. Y treinta relatos escritos en quince años que se recogen en dos volúmenes -¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? (1976) y Furious Seasons (1977)-; además, poesía: Near Klamath (1968), Winter Insomnia (1970) y At Night the Salmon Move (1976).

Después de Gallagher, el resto: una catarata de creatividad.

Antes y después. He pensado en otras parejas -Chéjov-Olga Knipper, Bukowski-Linda Lee…etc.- que tuvieron un después femenino, quizá porque la de Carver-Tess Gallagher (parece que quiero que solo las mujeres tengan nombre) acaba también siendo un tándem cojo. Un tándem en el que se nota cierto énfasis. El mucho énfasis literario, y la mucha tristeza que Tess siente cada día al levantarse cuando ese par de pedales sin los pies de número mayor siguen girando al aire. No sé, he notado algo en esa tristeza que no era natural, que era forzada, que se sentía culpable. Especialmente, al final del libro, cuando sé que Tess está acompañada por un hombre nuevo.

¿Y, aparte de esto, cómo me ha sentado, qué me ha parecido el libro? Interesante a tramos, porque es algo disperso, apunta en distintas direcciones y no dispara a ninguna especialmente.

Una introducción que explica muy detallada la obra de Ray, la relación que a Tess y a Carver les ayudó a crecer como escritores, y sin la que no se entendería el resto del libro: un diario, cartas con el director de cine Robert Altman, varias conversaciones y artículos para revistas y ediciones o traducciones de volúmenes de textos conocidos e inéditos que aparecieron tras la muerte de Carver. Estas son las partes en las que se divide el libro. Yo y Carver o Yo diez años después –que aquí viene a significar antes- de Carver, hubieran sido mejores títulos, mejores traducciones del título original.

Lo que prefiero del libro: un diario escrito durante un viaje a Europa en el que visitan ciudades, tumbas de escritores, editores vivos y aparece Fernanda Pivano, una periodista italiana que traduce a Hemingway, escribe una introducción a De qué hablamos cuando hablamos de amor y (esto no lo escribe Tess, lo escribo yo) tiene la culpa –otra vez Bukowski- del libro Lo que más me gusta es rascarme los sobacos.
Y, también, y por eso me ha gustado, señales que se relacionan con los orígenes sociales -¿Existe otro origen?- de Ray y Tess. De otros escritores, con menos renombre incluso, se sabe generalmente más. Pero en Carver, tengo esa impresión, existe algo que no permite casar muchas veces sus relatos de clase media con los diez años de “trabajos de mierda”, con su alcoholismo y con esa relación de balsa de aceite puro y virgen que parecen compartir, tras su muerte, (quizá solo exista al recordarlo ella, quizá sea una idealización) Tess y Ray.

Por eso me gusta este pasaje que trascurre en Zúrich, un 19 de abril de 1987.

Cenamos fuera y es un desastre. Ray está hambriento y nos vamos a un restaurante tranquilo que hay cerca del hotel. Más tarde le digo que debe decirme antes esas cosas. No puedo estar adivinando siempre el hambre que tiene. Le produce ansiedad la falta de comida.

Los platos rotos siempre me han parecido un buen final en las historias de amor. Las habitaciones vacías, las sábanas nuevas para gamuzas: “Las parejas son un todo y no lo son”, dice Heráclito.



Notas:
La traducción y la selección es de Jaime Priede. En una pequeña parte la traducción corresponde a Eduardo Moga.
El prólogo es de Greg Simon.
La introducción es de Willian L. Stull y Maureen P. Carroll.
La fotografía es de Todd Hido y la he obtenido en
http://www.futuropasado.com/?p=882