Antonio Sáez Delgado - Vida errante (fragmento)
Podía verlo desde mi casa. El puesto fronterizo que existía en la frontera de Caia estaba compuesto por varias cabinas en las que se situaban los policías para observar los coches que pasaban por cada carril, en un juego de callejas semejante al peaje de las autopistas. Por esos carriles, junto a esas cabinas, pasamos muchas en el coche de mi padre, con el interior del asiento trasero, sobre el que nos sentábamos mi hermano y yo, lleno de café portugués. Mi madre nunca lo tomaba, le subía la tensión. Ahora esa frontera, esa parada obligatoria, ya no existe. Se diría que ya nadie dibuja una línea en el fondo del paisaje. Los días en que construyeron la autopista que atraviesa ahora ese paso de Caia, observé con cuidado el desmontaje de los puestos fronterizos, de las torretas, de las cabinas. Los topógrafos hacían su trabajo en la distancia, el trazado de la autopista sería bastante más elevado que el de la carretera convencional. Por eso, a la hora de rellenar con grava y tierras el subsuelo de esa autopista que ahora atravieso casi a diario, los operarios prefirieron enterrar algunas cabinas, someterlas al decoro silencioso del olvido con unas toneladas de tierra. Observé las maniobras desde la terraza de mi casa, casi podía oír el sonido de los camiones. Hoy pasamos por encima, a toda velocidad, de las cabinas enterradas. Del olor a café en el coche de mi padre. De la mirada de mi hermano que se cruza con la mía, sin decirnos nada.
Notas:
Coordinadoras: Maria Luisa Leal, Mª Jesús Fernández, Ana Belén García Benito.
La fotografía es de Russell Lee y la encontré en el siguiente enlace:http://www.flickr.com/photos/trialsanderrors/4466053113/in/set-72157612403014095/
Podía verlo desde mi casa. El puesto fronterizo que existía en la frontera de Caia estaba compuesto por varias cabinas en las que se situaban los policías para observar los coches que pasaban por cada carril, en un juego de callejas semejante al peaje de las autopistas. Por esos carriles, junto a esas cabinas, pasamos muchas en el coche de mi padre, con el interior del asiento trasero, sobre el que nos sentábamos mi hermano y yo, lleno de café portugués. Mi madre nunca lo tomaba, le subía la tensión. Ahora esa frontera, esa parada obligatoria, ya no existe. Se diría que ya nadie dibuja una línea en el fondo del paisaje. Los días en que construyeron la autopista que atraviesa ahora ese paso de Caia, observé con cuidado el desmontaje de los puestos fronterizos, de las torretas, de las cabinas. Los topógrafos hacían su trabajo en la distancia, el trazado de la autopista sería bastante más elevado que el de la carretera convencional. Por eso, a la hora de rellenar con grava y tierras el subsuelo de esa autopista que ahora atravieso casi a diario, los operarios prefirieron enterrar algunas cabinas, someterlas al decoro silencioso del olvido con unas toneladas de tierra. Observé las maniobras desde la terraza de mi casa, casi podía oír el sonido de los camiones. Hoy pasamos por encima, a toda velocidad, de las cabinas enterradas. Del olor a café en el coche de mi padre. De la mirada de mi hermano que se cruza con la mía, sin decirnos nada.
Notas:
Coordinadoras: Maria Luisa Leal, Mª Jesús Fernández, Ana Belén García Benito.
La fotografía es de Russell Lee y la encontré en el siguiente enlace:http://www.flickr.com/photos/trialsanderrors/4466053113/in/set-72157612403014095/