En Pozuelo. Hay muchos pinares
sueltos, calles empinadas, casitas De El Caserío. Tiendas no hay ni una. Por
qué hay tan pocas tiendas en sitios donde la gente tiene pasta y tantas tiendas
en calles como Bravo Murillo, por ejemplo, es algo que no alcanza a entender. Encuentra
un restaurante con terraza, llena de quinceañeros años borrachos perdidos a las
ocho de la tarde y señoras que están sobrias pero que tienen toda la pinta de
ir a emborracharse en cuanto lleguen a casa y se encuentren solas y sin nada
que hacer. Se toma una tónica, cinco euros, debe ser de burbujas inmobiliarias.
Esther García Llovet — Gordo de
feria