El horror no prueba nada […]. Si
solo disponemos de descripciones del horror, no tendremos ninguna razón contra
la guerra, pero tampoco la tendremos si nos conformamos con exaltar la alegría
de vivir y la crueldad del duelo inútil. Llevamos miles de años hablando de las
lágrimas de las madres. Ya es hora de admitir que esas palabras no impiden que
los hijos mueran.
No encontraremos la salvación en ningún razonamiento. En mayor
o menor número, las muertes… ¿por debajo de qué cifra nos parecen tolerables? No
fundaremos la paz sobre esa miserable aritmética. Diremos: “El sacrificio
necesario…La grandeza y la tragedia de la guerra…” O, mejor, no diremos nada.
No disponemos de las palabras que nos permitan desenvolvernos sin razonamientos
complicados entre estas muertes tan distintas. Nuestro instinto y nuestra
experiencia nos hacen desconfiar de los razonamientos: todo se puede demostrar.
Pero una verdad no es algo que se demuestre, es algo que simplifica el mundo.
Hace un año visité el frente de
Madrid y me pareció que el contacto directo con la realidad de la guerra era
más fértil que los libros. Me pareció que sólo viendo a los hombres en guerra
se podía aprender algo acerca de ésta. Pero para conocerlos en lo que tienen de
universal hay que olvidar que existen dos bandos y dejar a un lado las
ideologías. [ …] La guerra es absurda. No obstante, hay que elegir un bando.
No me objetéis con la evidencia
de vuestras verdades; tenéis razón. Todos tenéis razón. Tiene razón incluso
aquel que culpa a los jorobados de todos los males del mundo. Si declaramos la
guerra a los jorobados, si difundimos la idea de una raza de jorobados, pronto
conseguiremos exaltarnos en su contra. Cualquier vileza, cualquier crimen,
cualquier prevaricación cometida por un jorobado, se la haremos pagar a todos
ellos. Y a eso le llamaremos justicia. Y cuando ahoguemos en su propia sangre a
un pobre jorobado inocente, nos encogeremos tristemente de hombros: “Son los
horrores de la guerra… Pagan justos por pecadores… Está pagando por los crímenes
de los demás jorobados…” Porque claro, los jorobados también cometen crímenes.
Así que olvidaos de esas
divisiones que, una vez aceptadas, acarrean todo un Corán de verdades
inquebrantables y junto con ellas un fanatismo ciego. Se puede dividir a los hombres
en hombres de derechas y en hombres de izquierdas, en jorobados y no-jorobados,
en fascistas y en demócratas, y todas las divisiones son irrefutables; pero la
verdad, ya lo sabéis, es lo que simplifica el mundo, no lo que siembra el caos.
Antoine de Saint Exupéry - en la guerra de España
Traducción: Andoni Eizaguirre
Ugarte