El ataque al Estado de bienestar
comenzó en el régimen neoliberal anglosajón y ahora se extiende a otras
economías políticas más “renanas”, y trata a los que dependen del Estado con la
sospecha de que son parásitos sociales más que personas verdaderamente
indefensas. La destrucción de las redes del bienestar y los derechos de ayuda
social estarían a su vez justificados porque liberan la economía política y
permiten que se comporte más flexiblemente, como si los parásitos estuvieran
tirando de los miembros más dinámicos de la sociedad. También se considera que
los parásitos sociales se alojan en lo profundo del cuerpo productivo, o al
menos, eso es lo que trasmite el
desprecio de los trabajadores que necesitan que les digan qué hacer, que no
pueden tomar iniciativas por sí mismos. La ideología del parasitismo social es
una potente herramienta disciplinaria en el lugar del trabajo: los trabajadores
quieren demostrar que no se están alimentando del esfuerzo de otros.
Richard Sennett – La corrosión del carácter. Las consecuencias
del trabajo en el nuevo capitalismo
La traducción es de Daniel Najmías; la fotografía de
Dorothea Lange
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