Me sigue sorprendiendo
que podamos pedir
lo que en los restaurantes llaman
naranja preparada, una naranja sin piel,
partida en finas rodajas y dispuesta
estéticamente en nuestro plato,
(La naranja cuesta allí
cerca de treinta veces
su precio de mercado: pagamos el exceso
a cambio del reposo de tendones
y músculos pequeños)
Mercedes Cebrián, Mercado Común
La fotografía es de Sam Gallagher
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