La singular
naturaleza de la agricultura de
California depende de estos temporeros y de sus continuos desplazamientos. Los
trabajadores del lugar no dan abasto para recoger el melocotón y la uva, el
lúpulo y el algodón. En una huerta de melocotoneros grande, por ejemplo, harán
falta otros dos mil pera recoger y empaquetar la fruta. Y si estos dos mil
temporeros no llegan, si la campaña se retrasa tan siquiera una semana, la
cosecha se pudrirá y se echará a perder.
Así, en California nos
encontramos con una curiosa actitud hacia un colectivo que garantiza el éxito
de nuestra agricultura. A los emigrantes los necesitamos y los odiamos.
John Steinbeck – Los vagabundos de la cosecha
La fotografía es de Bernard Plossu
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