martes, 30 de noviembre de 2010

Pär Lagerkvist: Barrabás y otros relatos.




Casi todos los enanos son bufones. Tienen que decir chistes y hacer payasadas que hagan reír a sus amos y sus huéspedes. Yo no me he rebajado jamás a ese extremo. Tampoco me lo ha exigido nadie. Basta mi aspecto para impedir que se haga de mí semejante empleo. Mi cara no es de las que se prestan para divertir a nadie. Además, no me río nunca.

No soy un bufón. Soy un enano y nada más que un enano. Por otra parte, tengo una lengua mordaz que probablemente agrada a algunas personas que me rodean. Lo cual no es lo mismo que ser un bufón.

Ya he dicho que mi cara se parece a la de cualquier otro hombre. Lo cual no es absolutamente exacto, porque está llena de arrugas. Para mí, eso no es un defecto. A mí me han hecho así, y no puedo evitar que a los demás no les suceda lo mismo.





Notas: La traducción es de Fausto de Tezanos Pinto; la imagen, de +MMarta, la encontré en: the365pictures.blogspot.com/2010/11/road-lights.html

martes, 23 de noviembre de 2010

Un texto de Antonio Jiménez Morato sobre La mesa puesta.



Hace unos días Antonio Jiménez Morato publicó un texto sobre La mesa puesta en Vivir del cuento, su blog. Decir que me hizo ilusión encontrarlo sería poco. Aquí lo dejo.

Los hilos de la vida

UNO. Pocas veces puede uno llevarse la alegría de ver cómo ha ido creciendo un texto. Algunos pasajes, ideas, de este libro, pasaron por mis manos en calidad de obra en marcha, en pleno proceso de producción dentro de la dinámica de trabajo de los talleres virtuales de la AUPEX. Quizás por eso resulta doblemente placentero poder leer los cuentos que forman este libro y saber que han llegado a buen puerto.
DOS. No son habituales libros como La mesa puesta en el panorama del cuento escritos en España. Sobre todo porque, todavía hoy, la inmensa mayoría de dichos libros de cuentos terminan siendo en mayor o menor medida una recopilación de textos que se han concebido individualmente y que, sólo por su unidad estilística o por algún tipo de pirueta conceptual, terminan ofreciéndose al lector con un aspecto unitario. Libros como este siguen, para sorpresa de cualquier lector avezado, siendo objetos extraños en los que, desde la primera hasta la última línea uno comprende que son, ante todo, libros, y que la decisión de construirlos como una serie de cuentos responde más a objetivos estéticos que meramente genéricos. Abacá podría, perfectamente, haber trazado una novela en ocho tiempos con cada una de las historias que, finalmente, hablan del proceso de maduración y, en cierto, modo de la herencia y en qué medida nos convertimos en quienes somos sin darnos muy bien cuenta de ello.
TRES. Un lector atento verá que, casi todos los cuentos, comparten una mirada, posiblemente un mismo protagonista. Y que tan sólo en un par de casos hay un desdoblamiento ficcional, que podría, con poco esfuerzo, haberse desplazado de tal modo que esa novela hipotética se hubiese formado. Así que toca hacerse la pregunta del por qué relatos y no una novela, que parece la salida que lectores, crítica y mercado reclaman. Y más en un caso, como este que, ya se ha mencionado, no entra dentro de esa tendencia del cuento español ha formar libros a base de dos o a lo sumo tres hits y otros cuentos de relleno. Pues sin duda se debe a que Abacá tiene una lúcida mirada sobre el relato. Sobre qué merece convertirse en un cuento y qué es apenas relleno.
En mis clases acostumbro a poner siempre el mismo ejemplo para diferenciar un relato, algo importante para quién narra o ha vivido los hechos narrados, y una anécdota. Una anécdota la podemos contar en voz alta, sin mayor preocupación, en reuniones sociales, porque no nos toca. Puede ser más o menos divertida, paradójica, entretenida o indignante. Es algo que, en todo caso, nos cae lejos, no pasa nada porque todo el mundo, más o menos conocido, sepa que lo hemos vivido. En cambio, un relato está poniendo sobre la mesa algo que nos incomoda, que no nos gusta que se vea expuesto de ese modo. Por eso, los relatos, cuando los contamos en nuestra vida, lo hacemos en voz baja, a seres muy queridos y, normalmente, de uno en uno. Porque sabemos que estamos desnudándonos, lo que contamos nos deja muy expuestos, nos da vergüenza, porque es algo que nos ha marcado. Las cicatrices no se van exhibiendo por ahí. Y también por eso cuando alguien con problemas mentales, o alterado, nos confiesa realidades muy íntimas cuando apenas le conocemos nos sentimos manchados, incómodos, violentos. Pensamos que eso se lo debería contar a alguien cercano, alguien que pueda ayudarle y no nosotros, que, como mucho, pensamos que está loco y poco más.
Cada uno de los ocho relatos de La mesa puesta es una de esas historias que contamos en voz baja. Y eso, además, se hace patente en la misma puesta en escena de las narraciones, que siempre escogen conversaciones privadas en momentos cotidianos. El desayuno, un traslado de o hacia una estación, el retorno de una noche de juerga, etc. Momentos en los que uno está con seres queridos y en los que se genera ese espacio de la confesión, de la necesaria intimidad que exige la verdad para brotar.
CUATRO. Atraviesa este libro la vida y la literatura. Sólo por eso merece la pena leerlo. Porque no es un vulgar libro de cuentos a los que nos han acostumbrado enhebrando unas cuentas de collar en un hilo, sino que está trenzado de literatura y experiencia, y por eso es casi imposible desgajar unos cuentos que se apoyan los unos en los otros para lograr algo más que una colección de relatos. El mundo del cuento español está muy necesitado de libros como este, libros que son literatura y no cuento.


La imagen es de Oscar Molina y la encontré en la siguiente dirección.www.oscarmolina.com/omesgobjetos.html

viernes, 19 de noviembre de 2010

Pablo García Casado: Dinero.




FELICIDAD
Tú métete, verás como luego te alegras. Trescientos al mes, quién no los tiene, un poco de aquí, un poco de allá. Tú di que vas de mi parte. Préstamo personal bonificado, para buenos clientes, ¿por qué te vas a privar? Hay que disfrutar un poco de la vida. Tú no te preocupes, lo más que puede pasarte es que un mes te venga largo, y bueno, todo se habla. Todo puede hablarse. No te pongas dramático, a tus hijos no va a faltarles un techo y un plato de comida. Sólo son trescientos, trescientos quince al mes, gastos aparte. La gente se mete, todo el mundo se mete, cómo crees que se pagan las cosas.

La imagen pertenece a Pablo Avendaño y la extraje de su página web:http://www.pabloavendano.com/GALLERY_PRIVADA/privada%20espanol.html

domingo, 14 de noviembre de 2010

La mesa puesta en Trazos.

Una reseña publicada el 13/11/10 en Trazos, el suplemento cultural del diario Hoy. (Se lee mejor, pinchando en la imagen).