miércoles, 26 de noviembre de 2014

De espaldas



Para mí existe un vínculo entre el exilio y la lectura, entre la deportación y la lectura, entre la persecución y la lectura, entre la humillación social y la lectura, entre la palabra “judío” y la palabra “libro”. Durante años me he negado a leer porque mi abuelo materno había sido deportado; porque la familia de mi padre se había visto obligada a abandonar Libia y después Argelia; porque, a pesar de nuestros esfuerzos, nunca éramos lo bastante franceses, lo bastante burgueses; porque la lectura…estaba asociada con Francia, la Francia del terruño, el terruño que nunca conocería, que nunca poseería.
La pregunta que le atribuyo a Bajtín y que leí en los labios de mi profesora de letras, “¿desde dónde se escribe?, me viene a la cabeza con una violencia y un vigor nuevos. “¿Desde dónde se lee?”, me oigo responder.

Agnès DesartheCómo aprendí a leer

La traducción es de Laura Salas Rodríguez y la fotografía de Emmet Gowin



miércoles, 8 de octubre de 2014

¡Y no ganar, y no ganar, y no ganar!




…no se puede crear belleza sufriendo. La creatividad en el fútbol va ligada a la experiencia de la diversión. Decía Baressi…que el secreto del juego del Barça de hoy es que sus jugadores…se divierten…se divierten jugando…Póngaseles a dar patadones con el único fin de alejar el balón de su campo, oblígueseles a destruir el juego del contrario y no crear el propio, convénzaseles de que lo principal en el fútbol es correr más que el contrario (y no hacer correr más al contrario detrás de un balón que te obedece a ti más que a él)…Rápidamente veríamos a Xavi, a Iniesta, a Messi deprimidos, víctimas de las directrices de un imbécil que no sabe de fútbol, que estropea el fútbol, que le arrebata lo mejor del juego, su belleza práctica.

A su vez, para que los jugadores desplieguen su talento, hagan buen fútbol, creen belleza y se diviertan con ello, para todo eso, es necesario que el jugador tenga confianza. La confianza del entrenador que se convierte en confianza del jugador en sí mimo o la refuerza…Sin confianza, sin autoestima, sin libertad, en el fútbol, como en cualquier otro quehacer de la vida, no salen las cosas bien…




El talento no se enseña; se descubre. Y una vez descubierto, se lo ayuda a crecer. A mi entender, ésta es una de las misiones principales del buen entrenador. Y por eso –creo- es tan importante que haya buenos entrenadores en las canteras de los clubes, es decir, allí donde se enseña a jugar al fútbol, allí donde se forman futbolistas. En la mayoría de los casos, los entrenadores de los primeros equipos...trabajan con el talento ya dado, los jugadores ya hechos. Pero es en las categorías inferiores donde el talento va por delante del futbolista, donde hay niños talentosos que todavía no son futbolistas. Tanto mayor cuidado habrán de poner los clubes aquí, cuidando de elegir entrenadores capaces de descubrir el talento que les llegue y de potenciarlo.

…El talento…es un bien frágil que hay que afianzar…no se crea –se descubre-, pero se puede destruir. En el niño es más frágil, porque todavía no sabe ni lo que es su propio talento. Él mismo tiene que descubrirlo y consolidarlo. El buen entrenador afianzará al buen jugador a base de confianza, de potenciar su autoestima. Porque el talento se saca jugando, haciendo cosas talentosas, atreviéndose. Y sin confianza, autoestima y libertad…, esas cosas no salen. Al final, el talento se ofusca y se pierde. Con la confianza…, el jugador se suelta…, se siente más ágil, más veloz, más potente, más capaz…si el chaval no se divierte, difícil será que aguante los sacrificios y sufrimientos que acompañan a la “carrera” del pequeño futbolista en formación.




Desgraciadamente no siempre es así, y la pedagogía en el fútbol a veces pierde la sensatez. A poco que uno se asome a ese mundo de las canteras de fútbol, verá que muchos críos juegan con temor y angustia,…porque temen la represalia de su entrenador. Verá que…hay entrenadores que obligan –sí, obligan- a los niños a hacer mal fútbol en la falsa creencia de que así ganarán. Verá entonces que los niños no se divierten sino que sufren, que parecen pequeños soldaditos obedientes, más que chavales con desparpajo y descaro, que se quitan el balón de encima en lugar de pedirlo y jugarlo con la confiada naturalidad que dicta su talento creativo…En las canteras, más que en ningún otro sitio, los entrenadores deben perseguir la victoria jugando bien al fútbol. Y para ello deben corregir, sí, pero ante todo han de lograr que la confianza fluya. Que los niños se atrevan, que se suelten, que disfruten…correrán más, lucharan más, jugarán mejor. Lo que un entrenador no saque de un crío a base de confianza –y, por qué no: también de cariño- no lo va a sacar metiéndole miedo en el cuerpo y amenazándolo.

Andrés de Francisco, del epílogo del libro de Dante Panzeri – Fútbol. Dinámica de lo impensado


Las fotografías son de Bleda y Rosa 

martes, 30 de septiembre de 2014

P. P. P. 1





No es bello lo que es bello, es bello lo que gusta

Pier Paolo PasoliniLarga carretera de arena


La traducción es de Olvido García Valdés; la fotografía, de Amy Stein 

martes, 16 de septiembre de 2014

Tú sí que vales



El ataque al Estado de bienestar comenzó en el régimen neoliberal anglosajón y ahora se extiende a otras economías políticas más “renanas”, y trata a los que dependen del Estado con la sospecha de que son parásitos sociales más que personas verdaderamente indefensas. La destrucción de las redes del bienestar y los derechos de ayuda social estarían a su vez justificados porque liberan la economía política y permiten que se comporte más flexiblemente, como si los parásitos estuvieran tirando de los miembros más dinámicos de la sociedad. También se considera que los parásitos sociales se alojan en lo profundo del cuerpo productivo, o al menos, eso es lo que  trasmite el desprecio de los trabajadores que necesitan que les digan qué hacer, que no pueden tomar iniciativas por sí mismos. La ideología del parasitismo social es una potente herramienta disciplinaria en el lugar del trabajo: los trabajadores quieren demostrar que no se están alimentando del esfuerzo de otros.

Richard SennettLa corrosión del carácter. Las consecuencias del trabajo en el nuevo capitalismo


La traducción es de Daniel Najmías; la fotografía de Dorothea Lange

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Annie Ernaux 1


 
No me producía ninguna aprehensión la idea de abortar. Me parecía, sino fácil, al menos factible; que no era necesario tener ningún valor especial para hacerlo. Era una desgracia muy común. Bastaba con seguir la senda por la que una larga cohorte de mujeres me había precedido. Desde la adolescencia había ido acumulando relatos relacionados con el aborto. Los había leído en las novelas o se los había oído contar en voz baja a las vecinas del barrio. Había ido adquiriendo un vago conocimiento sobre los métodos que podían utilizarse: la aguja de hacer punto, el peciolo de perejil, las inyecciones de agua jabonosa, la equitación. Pero la mejor solución era encontrar un médico “clandestino” o una de esas mujeres a las que se designaba con el nombre de “aborteras”. Sabía que ambos cobraban mucho, pero no tenía la menor idea de cuáles eran sus tarifas. El año anterior, una joven divorciada me había contado que un médico de Estrasburgo la había ayudado a abortar. No me dio ningún detalle, solo me dijo que le había dolido tanto que había tenido que agarrarse al lavabo. Yo también estaba dispuesta a agarrarme al lavabo.

Annie Ernaux – El acontecimiento

La traducción es de Mercedes y Berta Corral; la fotografía, de Jordi Ruiz Cirera.

sábado, 12 de abril de 2014

Europeas, elecciones




No le gustó aquella gente…les cogió miedo. Y detestaba a la vez el propio pánico que le entraba. Señor…, aquí tiene al pueblo...por el que cree usted que está trabajando. Los oficiales que corren por los casinos no son el pueblo… Ésas son las maneras de Europa, donde no se hacía lo que se decía y viceversa. Donde cualquiera podía creerse que los estudiantes y los militares eran el pueblo. Europa, donde hay naciones que no son pueblos.
Joseph Roth - La tela de araña
La traducción es de Javier Orduña, la fotografía de Vivian Maier.

domingo, 30 de marzo de 2014

Oración


El hombre que colgaba del auto destrozado todavía estaba vivo cuando volví a pasar junto a él y me detuve, aceptando un poco más la idea de lo mal que estaba el tipo y de que yo ya no podía hacer nada por él. Roncaba fuerte y obscenamente. La sangre le salía burbujeando por la boca cada vez que respiraba. No iba a respirar muchas veces más. Yo lo sabía, pero él no, y así fue como pude vislumbrar algo dentro de esa gran lástima que acaba siendo la vida de cualquier persona sobre esta tierra. No me refiero al hecho de que todos acabemos muriendo, esa no es la gran lástima. Me refiero a que él ya no podía contarme lo que estaba soñando y yo ya no podía decirle lo que era real.

Denis JohnsonHijo de Jesús
La traducción es de Rodrigo Fresán; la fotografía, de Jesús Madriñán.

domingo, 9 de marzo de 2014

Mujeres Directivas y directivas para mujeres



Hoy no trabajas.
Vas al banco para cobrar un cheque reciente.
Cuatrocientos putos dólares americanos…
Delante de ti hay una vagabunda con una mochila…
El empleado de la sucursal pasa de ella y te llama a ti con un gesto…
Cobras un cheque.
Todo el rato sientes que algo va mal.
Que algo ya ha ido mal.
Pero así es como te sientes siempre, piensas sonriendo…
Se diría que últimamente piensas todo el rato en maneras de defenderte si sucediera algo, sin importar lo que fuera.
Piensas en cosas que podrían pasarte y en cómo te defenderías.
Pero ni siquiera eres capaz de decidir de qué te gustaría defenderte…
Esto está sucediendo.
Esto eres tú.
Parece la libertad.
Pero es una mierda.
Y no puedes describir el porqué.
Cuatrocientos putos dólares que cuestan una indescriptible cantidad de mierda.

Sam PinkLa dieta de los no hola.
La traducción es de Julio Fuertes Tarín; la fotografía, de Matt Eich.

sábado, 15 de febrero de 2014

Mediafrente




…porque al  decir frases tales como: “Es completamente imbécil”, “No tiene ni idea de escribir”, “No ha leído a Hemingway” crean un humus colectivo de cuya pasta flora inconscientemente todos se alimentan y así nunca alabando, criticando siempre, desdeñosamente alzando una ceja hasta la altura de la media frente, palmeando aprobadoramente en el hombro del menos dotado de los circunstantes, hablando de fútbol, pellizcando a una estudiante de filosofía, admirando el traje de terciopelo negro y la larga trenza de una cursi aliteraturizada, haciendo un chiste cruel sobre un pintor cojo que se arrastra hacia su mesa, simulando proezas amatorias merced a una hábil reiteración de llamadas telefónicas, tratando con impertinencia apenas ingeniosa al camarero que ha escrito ya siete comedias, haciéndose convidar a café y copa por un provinciano todavía no iniciado, fumando mucho, hablando sin parar y no escuchando, aseguran entre todos la continuidad generacional e histórica de ese vacío con forma de poema o garcilaso que llamamos literatura castellana.
Luis Martín-Santos - Tiempo de silencio
 
Nota: La fotografía es de José Guerrero.

miércoles, 8 de enero de 2014

Miguel Ángel Ortiz - Fuera de juego


 
…soy un currante que me levanto, desayuno y me voy al trabajo. Y los domingos, que es mi día de suerte, me rompo el alma y me desangro si hace falta por cumplir con mi labor. Y, a veces, alguien me insulta, me dice hijo de puta, cabrón porque para él no soy más que un gladiador, un animal sudoroso que en esos instantes está muy por debajo (según su parecer) de su status laboral y social, pero yo lo acepto, yo agacho la cabeza y no me paro a pensar, y marco a mi par allá donde vaya, y hay veces que me pesan las piernas más de lo que desearía porque acabo de salir de una lesión, porque estoy griposo o porque me ha sentado mal la comida, y entonces ellos me chillan o (peor aún) se mofan de mí. Yo les conozco a la mayoría. Cuando voy por la calle me saludan, me palmean la espalda y se vanaglorian de mi amistad ante sus conocidos. Soy alguien importante para ellos. Ignoro si es el despecho, la envidia o tan solo una característica innata del espectáculo del fútbol, la razón por la que se ríen de mí cuando fallo algún balón. Es entonces, en esos temperamentales momentos cuando me llegaría hasta ellos y les diría que yo nunca, oídme bien, nunca me cambiaría por vosotros, que este sudor que veis brotando por todos mis poros me satisface más que vuestra barriga, ebria de alcohol y de grasas, que estoy más feliz encerrado y sin dinero que con ese sueldo de funcionarios aburridos que transforma vuestro rostro en una mueca insulsa y desangelada
 
 
 
A mediados de los ochenta, Manuel Vicente González escribió un diario que llamó Fuera de Juego (Diario de un futbolista encerrado). Por entonces, el CD Badajoz, en el segundo grupo de la Segunda División B, no tenía pretemporadas, pero sí a varios deportistas que conocieron las consecuencias de unos directivos, unos políticos, una afición y una prensa deportiva idéntica a la de hoy en día, puestos en su contra. Los jugadores presionaron con un encierro en una antigua sala de prensa de El Vivero para intentar conseguir el pago de las fichas y seis meses de sueldo atrasado. Se podía haber titulado Fuera del campo y el contenido del diario no se explicaría mejor, pero, al menos hubiera evitado creer que era el título lo que me hacía buscar relaciones con la novela casi homónima.

Dedico parte de mi tiempo a seguir este deporte. El profesional, el amateur y sobre todo el fútbol base de mis dos hijos. Creo que no entendería nada o casi nada de lo que ellos sienten cada día si yo mismo no hubiera pasado mi infancia y parte de mi adolescencia calzado con botas. Cuando oigo decir que los padres no deberían hacerles creer a sus hijos que van a llegar a ser sus propios ídolos sé que quien expresa esta opinión es alguien que nunca ha entendido el fútbol y, lo que es peor, la infancia. Lo que no podemos hacer es que los niños no se crean Messis madrileños, Benzemás diegocostistas, Iscos sevillanos, Michus esportinguistas, Pitis rubios, Óliveres vascos, Muniaines de metro ochenta y cinco. Porque es imposible. Porque lo son y porque lo seguirán siendo mientras los balones existan.


En la novela, Conchi no consigue que Fichu no imite a Zamorano cada vez que se viste con una camiseta del Real Madrid. Pili no consigue que Noe actúe como una chica. Ni su padre, ni una escayola, ni no ser vasco hacen desistir a Koldo de viajar a Lezama para probar con la cantera del Atletic.

Fuera de juego transcurre en la temporada 94-95. Rodeado de urbanizaciones, cruzado por carreteras rectas, bordeado por los ríos Trueba y Nela, lleno de campos cultivados con cereales y lechugas, Medina de Pomar es un territorio que visitó Carlos V en su camino hacia Yuste. Tan real como ese dato es el conflicto entre el mundo adulto y el mundo infantil que en la novela se desarrolla de principio a fin. La leo como si asistiera a una eterna lucha, representada en un teatro con cambios de escenario y un diálogo continuo. El edificio con planta en forma de U, la piscina seca con forma de lágrima, aulas de colegio, pisos de Protección Oficial, telefonillos a los que los chicos llaman para buscarse unos a otros. Y un bar casi siempre vacío por el que pasan botellines de cerveza, cargadores de café, barajas, tragos de vermú y ceniceros de hojalata para los adultos. Y toda la carga social del contrapunto que representan los vasquetis, los veraneantes que llegan al pueblo y son la quiniela de los que allí viven con muy poco o con un balón para todos.

 
He dicho que los adultos no entienden a los niños, que el exterior no entiende el interior, que la Estratosfera no entiende a la Corteza Terrestre. Que estás dentro del juego o estás fuera. Que, solo mientras lo ves o lo recuerdas, tu parte adulta toca tu flanco infantil. Que se olvida algo tan sencillo como que en el fútbol está prohibido el uso de los brazos y manos, de las extremidades con las que se alcanza el mayor grado de precisión, rendimiento y destreza por algo más que para igualarnos con los monos. Y, por esa razón, lo que más le preocupa a los adultos de la novela es que el vidrio de los escaparates se salve del balón. Por eso Catino, el mecánico, raja el Mikasa que cae en su taller. Para que los niños no se confundan. Para que escarmienten. Para que dejen de creer en lo que no existe. Para que se domen. Para que leviten. Para que puedan ser aspirados por la Estratosfera cuanto antes. Si se espera demasiado tiene que hacer muchos esfuerzos para absorber la rebeldía de los que no conciben ser adultos mediocres.  

Y si el fútbol se jugase con ambas manos, sería lo mismo. Si nos paramos a pensar, nos daremos cuenta de que lo que nos ha engullido a todos, incluido a lo futbolístico, es la dialéctica comercializante. Todo se ve como un medio para hacerse rico. Lo demás no sirve. Por eso mismo he vuelto a pensar en ambos libros a la vez. Porque en uno veo a los niños antes de dejar el fútbol de lado y en otro a los que se enfrentan a La Industria.
 

 
Pero tampoco los chicos dominan el mundo de los adultos. La pregunta que Fichu lanza al aire sobre Catino -¿Por qué es así, mamá? ¿Por qué no nos deja jugar?- es clave. Es la más clara e ingenua muestra de ese desconocimiento. La Corteza Terrestre está tierna, tampoco entiende a la vieja Estratosfera que son sus padres. Pero eso es lo lógico. Eso es lo que van aprendiendo los chicos en la novela, a salir al mundo de los adultos diciendo Señor, deja de joder con la pelota.

¿La esperanza?: El abuelo de Salva -el chico del reloj Casio, el chico de las gafas, el chico monaguillo-, porque es un punto de contacto entre ambos mundos. Cuando le entrega unos recortes que hablan de Chus Pereda, un ídolo olvidado, un chico del pueblo que llegó a la élite del fútbol, parece decir: “Yo también quise ser como vosotros”. Y se lo dice a todos los niños y a todos los adultos que forman parte de la novela. Me lo dice a mí como niño y a mí como padre. Te lo dice a ti, al que nunca te dejaron ser una cosa ni conseguiste aprender a ser la otra.
 
Nota: Todas las fotografías son de Ernesto Valverde      

jueves, 2 de enero de 2014

Resucitar



En cierto sentido, es satisfactorio para nuestra sensibilidad que "morir por la Patria" sea glorioso y "matar por la Patria" generalmente inconfesable. Pero lo uno implica lo otro.

Pierre Vilar - Memoria, historia e historiadores

La traducción es de Arón Cohen; la fotografía, de Pedro Nunes.