miércoles, 10 de septiembre de 2014

Annie Ernaux 1


 
No me producía ninguna aprehensión la idea de abortar. Me parecía, sino fácil, al menos factible; que no era necesario tener ningún valor especial para hacerlo. Era una desgracia muy común. Bastaba con seguir la senda por la que una larga cohorte de mujeres me había precedido. Desde la adolescencia había ido acumulando relatos relacionados con el aborto. Los había leído en las novelas o se los había oído contar en voz baja a las vecinas del barrio. Había ido adquiriendo un vago conocimiento sobre los métodos que podían utilizarse: la aguja de hacer punto, el peciolo de perejil, las inyecciones de agua jabonosa, la equitación. Pero la mejor solución era encontrar un médico “clandestino” o una de esas mujeres a las que se designaba con el nombre de “aborteras”. Sabía que ambos cobraban mucho, pero no tenía la menor idea de cuáles eran sus tarifas. El año anterior, una joven divorciada me había contado que un médico de Estrasburgo la había ayudado a abortar. No me dio ningún detalle, solo me dijo que le había dolido tanto que había tenido que agarrarse al lavabo. Yo también estaba dispuesta a agarrarme al lavabo.

Annie Ernaux – El acontecimiento

La traducción es de Mercedes y Berta Corral; la fotografía, de Jordi Ruiz Cirera.

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