jueves, 2 de abril de 2009

Josep Pla: Vida de Manolo


Días. Solo existen dos días, el día de invierno en el que se adivina la primavera y el día de verano en el que se adivina el otoño. Eso dice Pla. Eso escribe Trapiello que dice Pla. Algo similar me parecen a mí -48 veces al año- las mañanas de los lunes y las tardes de los viernes. Supongo que comparando vidas, Pla gana. Seguro que comparando trabajos. Pero aquí se trata de la vida de Manolo Hugué, no de la mía. Él ha puesto el gallo y yo he intentado añadir un relleno. Eso escribe Pla.

Padre…mi padre…era militar…Si hubiese tenido talento, hubiera podido abrirse camino fácilmente con un pronunciamiento como tantos generales.

Barcelonaera muy sucio y pobre, y no recuerdo haber comido…en unos manteles que no estuviesen llenos de manchas de vino tinto y porquería…la pobreza me produce un asco horrible.

Futuro. Al llegar a París creí que aquello que había dejado atrás era pobre, sucio, escaso, miserable…en aquella época nadie podía prever lo que había venido luego.

Pasadola abuela materna…No sabía leer pero todos los días iba a misa con el rosario…Antes, los pobres de Barcelona pasaban por las casas para mendigar…Cuando la abuela contestaba “hay un señor” es que el pobre…llevaba sombrero…cuando decía “hay un hombre”, significaba que el pobre…llevaba gorra.

Iniciaciones. Quizá quien me inició en las cosas, diríamos, intelectuales fue un medio hermano…Después conocí a Antonet Bofill…fue el primer hombre que me habló de los griegos.

Obrerotrabajé en a fundición de Mariera…Allí vi fundir grandes estatuas…vi pasar a los grandes nombres de la escultura…Naturalmente, no se relacionaban conmigo porque ellos eran artistas y yo un obrero…

Primeras lecturas. Cuando era muy joven, leí el Universo social de Spencer…Después WertherEl Quijote la primera vez no me hizo efecto alguno, en cambio, Cervantes me entusiasmó.

Colón. En tiempos del centenario de Colón fui empleado del Ayuntamiento. Aquel centenario dio mucho trabajo en Barcelona y de París vinieron todos los artistas catalanes para ensuciar telas y fabricar aztecas de cartón.

Nuevo mundo. Me acuerdo muy vagamente de la guerra de Cuba. En Barcelona no pasó nada.

París. Picasso se fue a París el año 1900. Yo me fui en el año 1907. Recuerdo que marchando en tren vi cómo derrumbaban los palacios de la Exposición Universal.

Silencio. Mis primeros años en París, sin dinero…, son una cosa de la que mejor no hablar.

Guerra. Un hombre que ha vivido en guerra contra la humanidad…cree que la sociedad quiere hundirle. Y una actitud de defensa ante la vida comporta una posición de ataque frente a ciertos puntos que se suponen favorables. Acostumbrado como estás a la injusticia de los otros, encuentras perfectamente normales tus inmoralidades

Museo. Empecé a ir a los museos…No creo que Rusiñol y sus amigos que estuvieron allí antes que yo se enterasen de nada…la gente de mi tiempo no pasó de Manet. Sólo se dio cuenta del París que podía llevarse por la Rambla.

Lectura. Léon Paul Fargue me hizo leer a Baudelaire…me dio a leer también Crimen y Castigo…Pero los rusos no me gustan…En Montaigne, por ejemplo, he trabajado sobre unos diez años…Leí la definición del infinito…eso de “el infinito es una circunferencia que pasa por todas partes y no tiene el centro en ninguna”

Color. Yo veo, ahora, las cosas así: en pintura no hay colores, solo valores. Un cuadro que solo tenga colores es imposible que pueda resistir el paso de los años…solo transigí ante los impresionistas con los Van Gogh negros y con los negros de Renoir, que a veces son una maravilla y provienen, si ni me equivoco, de Cubert.

Arte. Mis ideas son éstas: deseo todo tipo de revoluciones políticas y sociales, las que sean,…porque no he descubierto jamás la justicia en sociedad alguna…Pero en arte las cosas son completamente distintas: en arte todo está hecho y dicho y admirablemente establecido. La gran dificultad consiste en seguir y continuar.

Arriba y abajo. Soy decididamente partidario de los de abajo, pero no creo que, como punto máximo del progreso social, pueda irse más allá de la organización de un tipo de esclavitud de saciados.

Intuición. Para ciertas cosas, para la poesía, para el arte, lo necesario es la intuición; la inteligencia apenas sirve para estas cosas. Incluso creo que a veces es un estorbo y a más intuición, más afilado se puede tener el sentido del arte. De todos modos hay que trabajar y eso que se llama cultura tiene que servir no para justificar los errores que uno comete sino para llegar a tener la malicia suficiente para no equivocarse nunca.

Literatura. Pues bien: en la literatura moderna hay demasiada megalomanía, demasiado yo, yo, yo, demasiada desgracia y, sobre todo, demasiada desgracia fingida y puramente verbal.

Elecciónlos artistas deben escoger, y malo si les gusta todo. Un artista, más que amontonar, lo que debe hacer es eliminar lo que no le sirve, olvidar las cosas no esenciales…

Calor. He pasado horas innumerables soñando con el buen tiempo…A veces hay quien se extraña de que no vaya de vez en cuando a París. Cuando me hablan de París, me entran ganas de reírme

Lluvia. Fue en 1910 cuando cerré el paraguas y me instalé en Ceret…Mi llegada…arrastró a mucha gente célebre. Vinieron Picasso, Max Jacob, Sunyer, Gris, mademoiselle Oselaux, Ramon Pitxot, Gananyon, Bracuqe, Gorges Deniker…Esto hizo que se hablase de una “Escuela de Ceret”, pero nunca hubo tal cosa.

Guerra. Cuando oí que en Ceret tocaban la trompeta de la movilización se me hizo un nudo en la garganta.

Odio. Las guerras de hoy son una consecuencia del sistema capitalista y quien las hace posibles son tres docenas de hombres embrutecidos por la habilidad y el sadismo de la trampa. Los pueblos no se odian ni pueden odiarse por la simple razón de que jamás se conocerán. Lo que sucede es que es posible dar a una persona una segunda naturaleza más excitable que la primera. Y eso puede hacerse artificialmente y a través de la simple acción de tres docenas de personas hábiles…Y un segundo después de haber empezado la guerra…el problema automáticamente se desplaza…trabaja el hecho sentimental y aparentemente moral de la legítima defensa.

Paz. Barcelona era un centro de vida extraordinario. La guerra la mantenía en una agitación constante…En Barcelona todavía pasé una temporada…Pero, al fin, firmamos eso que se llama la paz. Volví a cruzar la frontera y me instalé en Ceret, definitivamente.

Economía de guerra.
La guerra…me hizo, para compensar, sentir la necesidad de trabajar como no lo había hecho en mi vida. Pude decirse que mi obra ha sido hecha desde 1919 y hasta la fecha.



Notas:
La fotografía la he obtenido del archivo de la Revista Life. Se tomó en julio de 1916, en un barco australiano, a unos marinos con cámaras de gas.
La presentación es de Jorge Herralde.
La traducción y el prólogo son de Jordi Amat.