domingo, 29 de marzo de 2009

Andrés Trapiello: Capricho extremeño




Imbécil. Yo era el imbécil que creyó pensar el primero una selección de textos en los que Las Viñas (Trujillo) aparecieran como telón de fondo. Yo era el imbécil que no sabía que ya lo habían hecho Miguel Ángel Lama, Fernando T. Pérez González y Julián Rodríguez. Yo soy el imbécil que piensa que alguien trabajará en futuras ediciones con índices onomásticos. Para buscar a Pla, para buscar a Larra, para encontrar sin buscarlos a Cervantes, Machado, Unamuno. Para buscar a Miguel el Loco.
Yo soy el imbécil que espera otro nuevo capricho. Supongo que, mientras llega, cada uno de los lectores de Trapiello, imbécil o no, podrá confeccionar el suyo.



Del Preludio. Cierta Semana Santa…los Pancho Ortuño y Charo Mirat nos invitaron a pasar unos días en un viejo caserón que tenía la familia de esta última en Las Viñas.
…un día la casualidad quiso poner delante de nosotros un viejo lagar…

No soy un hombre viajero. Si viajo fuera, me gusta ir a las mismas ciudades. Es de lo que peor anda España, de parises, de romas, de venecias, de lisboas…En cambio…aún gustándome mucho otros campos, ninguno cambiaría por este rincón de Las Viñas.

…mis diarios…están hechos de muchas cosas…fragmentos íntimos, relatos, aforismos, divagaciones urbanas, contemplaciones rústicas, que se mezclan y combinan buscando un estudiado ritmo, no solo de la prosa, sino del conjunto…

Del Diario…los novelistas he visto yo que tienen que ser gentes con pocas entrañas, como los médicos, es decir, sujetos que salvan a éste o al de más allá, pero cortando por lo sano, piernas, capítulos, vidas. Sin consideración ni miramientos, sorteando la gangrena.

…la alegría es un logaritmo de aplicación universal…

NOS hemos levantado temprano, y estaba todo cubierto por la niebla, campos y hacienda… Si hubiera instalado ya, como está previsto desde hace tres años, el reloj de sol en el jardín con su leyenda “Solo marco las horas apacibles”, un día como hoy no existiría, porque lleva todas las trazas de ser un día sin horas y vacío.

A MEDIDA que pasan los años, las cabalgatas de Reyes se van transformando. R. decididamente ya no cree en ellos y G. está tan pendiente de R., que se olvida incluso de lo que a él pueda ilusionarle…a partir de ahora todo se alejará más dulcemente hacia ese lugar en el que la felicidad es otra más de las convenciones sociales.

A la clase más corriente de melones, con la corteza con manchas verdes y amarillos sucios, se les llama aquí “de piel de rana”. Esa es la mirada creadora del pueblo, de la que brota, de la que “salta” sin esfuerzo una greguería, una imagen, un símbolo.

La memoria tiene siempre el membrete de las cosas insignificantes, que importan poco al mundo…con cañamones y altramuces la memoria vive cien años.

…las casas, a diferencia de las personas, nunca quedan huérfanas, sino viudas.

Suenan a lo lejos las esquilas del rebaño como se oyen en los poemas agropecuarios que ponen tan nerviosos a los críticos de la literatura del día.

Cuando no quede en España nada de la España de Cervantes, quedarán los nombres de los pueblos.

ANTES de salir el sol nos levantamos para eso, para ver salir el sol.

ESTA mañana me advirtió el lagarero que no pisara las matas de pepino del huerto. Son unas matas bajas, que extienden largos brazos pegados al suelo. Si se pisan, los pepinos amargan…Es decir, que el pepino es, de todas las cucurbitáceas, y pese a su aspecto ridículo, la más humana.

Alguna vez la gente me dice: “Todo eso que sacas en tus poemas, en tus libros, es una antigualla, eso ya no tiene que ver con este tiempo de ahora”. Para algunos se conoce que el que no habla de los tubos de escape de las motos, ni de semáforos o de taxis nocturnos es un ser anticuado, pasado de moda.

Las historias que suceden una vez es porque ya han sucedido y seguirán sucediendo. Ese es el principio de la literatura, que está hecha no tanto de casos excepcionales, sino ordinarios y repetidos.

Subimos a un monte al que hace setenta años bautizaron como el Gurugú seguramente algunos quintos de los de África. En muchos pueblos hay un Gurugú como éste, el monte más alto del lugar.

Es imposible hacer sentir la naturaleza a quien no vive dentro de ella. Sólo aquí, o desde aquí, aunque sea a cientos de kilómetros de distancia de este lugar, tiene sentido decir hierba fresca, pino, monte, nube.

¿Qué es esta tristeza que gira y gira?

Notas:
La edición, selección y epílogo de este Capricho extremeño, confeccionado con los seis primeros “Salones” de pasos perdidos, son de Miguel Ángel Lama, Fernando T. Pérez y Julián Rodríguez
.

viernes, 27 de marzo de 2009

Bukowski: 20 poemas

Lona. Siempre estuve a favor de la educación pública porque, de alguna manera, me salvó de ser un obrero, de ser como mi padre. Pero nunca entré en la biblioteca del instituto a buscar un libro de literatura. Una y otra cosa coincidieron en el momento en el que yo empezaba a leer, nada más.
La biblioteca me salvó de ser alguien con estudios, que es algo que me preocupaba –y me sigue preocupando, ahora que ya no estudio- más. La biblioteca pública no estuvo, en mi caso, dentro de las mismas paredes prefabricadas. Estaba en otras paredes. Del mismo barrio. Allí encontraba a compañeros del instituto que iban a estudiar. Exclusivamente. Fue durante años una diferencia que se multiplicó por dos, luego por cuatro. Nos hizo distintos, como si no hubiésemos estudiado las mismas materias.
Entonces no había poesía de Bukowski. Ni en la biblioteca, ni traducida al castellano. Dicen que Bukowski es un escritor que antes de los veinticinco te deja tumbado en la lona. Luego es solo un poeta.
El primer poema lo escuché en una película, el segundo lo leí en una biografía. Más tarde, llegó el libro, los obreros que no fui, yo, etc.

EL INCENDIO DE UN SUEÑO
la vieja Biblioteca Pública de Los Ángeles
ha sido destruida por las llamas.
aquella biblioteca del centro.
con ella se fue
gran parte de mi
juventud.

estaba sentado en uno de aquellos bancos
de piedra cuando mi amigo
Baldy me
preguntó:
“¿vas a alistarte en
la brigada Lincoln?”

“claro”, contesté
yo.

pero, al darme cuenta de que yo no era
un idealista político
ni un intelectual
renegué de aquella
decisión más tarde.

yo era un
lector
entonces
que iba de una sala a
otra: literatura, filosofía,
religión, incluso medicina
y geología.

muy pronto
decidí ser escritor,
pensaba que sería la salida
más fácil y los grandes novelistas no me parecían
demasiado difíciles.

tenía más problemas con
Hegel y con Kant.

lo que me fastidiaba
de todos ellos
es que
les llevara tanto
lograr decir algo
lúcido y/o
interesante.
yo creía
que en eso
los sobrepasaba a todos
entonces.

descubrí dos cosas:
a) que la mayoría de los editores creía que
todo lo que era aburrido
era profundo.
b) que yo pasaría décadas enteras
viviendo y escribiendo
antes de poder
plasmar
una frase que
se aproximara un poco
a lo que quería
decir.

entretanto
mientras otros iban a la caza de
damas,
yo iba a la caza de viejos
libros,
era un bibliófilo, aunque
desencantado,
y eso
y el mundo
configuraron mi carácter.

vivía en una cabaña de contrachapado
detrás de una pensión de 3 dólares y medio
a la semana
sintiéndome un
Chatterton
metido dentro de una especie de
Thomas
Wolfe.

mi principal problema eran
los sellos, los sobres, el papel
y
el vino,
mientras el mundo estaba al borde
de la Segunda Guerra Mundial.
todavía no me había
atrapado
lo femenino, era virgen
y escribía entre 3 y
5 relatos por semana
y todos
me los devolvían, rechazados por
el
New Yorker, el Harper´s,
el Atlantic Monthly.
había leído que
Ford Madox Ford solía empapelar
el cuarto de baño
con las notas que recibía rechazando sus obras
pero yo no tenía
cuarto de baño, así que las amontonaba
en un cajón
y cuando estaba tan lleno
que apenas podía
abrirlo
sacaba todas las notas de rechazo
y las tiraba
junto con los
relatos.

la vieja Biblioteca Pública de Los Ángeles
seguía siendo
mi hogar
y el hogar de muchos otros
vagabundos.
discretamente utilizábamos los
aseos
y a los únicos que
echaban de allí
era a los que
se quedaban dormidos en las
mesas
de la biblioteca; nadie ronca como un
vagabundo
a menos que sea alguien con quien estás
casado.

bueno, yo no era
realmente un
vagabundo, yo tenía tarjeta de la biblioteca
y sacaba y devolvía
libros,
montones de libros,
siempre hasta el límite de lo permitido:
Aldoux Huxley, D.H. Lawrence,
e.e. cummings, Conrad Aiken, Fiódor
Dos, Dos Passos, Turgénev, Gorki,
H.D., Freddie Nietzsche,
Shopenhauer,
Steinbeck,
Hemingway,
etc.

siempre esperaba que la bibliotecaria
me dijera. “qué buen gusto tiene usted,
joven”.

pero la vieja
puta
ni siquiera sabía
quién era ella,
cómo iba a saber
quién era yo.

pero aquellos estantes contenían
un enorme tesoro: me permitieron
descubrir
a los poetas chinos antiguos
como Tu Fu y Li Po
que son capaces de decir en un
verso más que la mayoría en
treinta o
incluso en cientos.
Sherwood Anderson debe de haberlos
leído
también.

también solía sacar y devolver
los Cantos
y Ezra me ayudó
a fortalecer los brazos si no
el cerebro.

maravilloso lugar
la Biblioteca Pública de Los Ángeles
fue un hogar para alguien que había tenido
un
hogar
infernal
ARROYOS DEMASIADO ANCHOS PARA SALTARLOS
LEJOS DEL MUNDANAL RUIDO
CONTRAPUNTO
EL CORAZÓN ES UN CAZADOR SOLITARIO

James Thurber
John Fante
Rabelais
de Maupassant

algunos no me
decían nada: Shakespeare, G.B. Shaw,
Tolstoi, Robert Frost, F. Scott
Fitzgerald

Upton Sinclair me llegaba
más
que Sinclair Lewis
y consideraba a Gogol y a
Dreiser tontos
de remate

pero tales juicios provenían más
del modo en que un hombre
se ve obligado a vivir que de
su razón.

la vieja Biblioteca de Los Ángeles
muy probablemente evitó
que me convirtiera en un suicida,
un ladrón
de bancos,
un tipo
que pega a su mujer,
un carnicero o
un motorista de la policía
y, aunque reconozco que
puede que alguno sea estupendo,
gracias
a mi buena suerte
y al camino que tenía que recorrer,
aquella biblioteca estaba
allí cuando yo era
joven y buscaba
algo
a lo que aferrarme
y no parecía que hubiera
mucho.

y cuando abrí el
periódico
y leí la noticia sobre el incendio
que había destruido
la biblioteca y la mayor parte de
lo que en ella había

le dije a mi
mujer “yo solía pasar
horas y horas
allí…”.

EL OFICIAL PRUSIANO
EL ATREVIDO MUCHACHO DEL TRAPECIO
TENER Y NO TENER

NO PUEDES RETORNAR A TU HOGAR.

Notas:
La fotografía es de
Pierre Gonnord
La traducción es
de Cecilia Ceriani y Txaro Santoro

jueves, 26 de marzo de 2009

Jules Renard: Diario (1887-1910)

Como trozos de espejo roto. Así es su escritura. O adoquines, ladrillos. Renard, nacido en una familia de campesinos (De la mano en el arado a la mano en la pluma) y con el pelo color peligro (zanahoria), hace su propia apuesta literaria: un realismo tan sobrio que sus obras terminan haciéndose fragmentarias.
Sus frases logran el efecto poético por condensación y disociación de ideas. Un método del surrealismo que Reverdy y Breton teorizan más tarde y Gómez de la Serna usa en algunas greguerías. Su estilo busca contar no toda la verdad, pero únicamente la verdad. Sus diarios son lo más importante de todo lo que escribe. Aquí tienes algunos ejemplos.

1887.
27 de diciembre. El trabajo piensa, la pereza sueña.
1889.
25 de julio. La literatura: no puedo darte lecciones. Puedo decirte qué libros he releído, y qué escritores me han gustado.
28 de julio…quien lee demasiado no retiene nada. Elige a tu hombre. Relee, reléele para asimilarlo, digerirlo. Comprender es igualar.
1890.
28 de enero. Los burgueses son los demás.
4 de septiembre. Los platos desportillados duran más que los intactos.
1892.
1 de abril. Renunciar absolutamente a las frases largas que más que leerse, se adivinan.
1894.
7 de julio. ¡Que la mano que escribe ignore siempre el ojo que lee!
17 de octubre. Llamo clásicos a los que no aún no hacían de la literatura un oficio.
1895.
1 de enero. Tengo que repetirme que la literatura es un deporte, que todo depende del método, hoy llamado entrenamiento. No se corre ningún peligro de superar los propios límites.
13 de abril. Escribir es una forma de hablar sin que te interrumpan.
1896.
3 de noviembre. Versos, versos, y ni una línea de poesía.
28 de diciembre. El paraíso no está en la tierra. Pero hay fragmentos. En la tierra hay un paraíso roto.
1897.
28 de enero. Entérate de que no habrás progresado realmente hasta que hayas perdido el deseo de demostrar que tienes talento.
1898.
15 de agosto. La forma no puede ir por un lado y el fondo por otro. Un mal estilo es un pensamiento imperfecto.
19 de noviembre. Dios no cree en nuestro Dios.
1901.
11 de Marzo.Trata de no aceptar nada de manos que no te gustaría estrechar si no te ofreciesen nada.
1902.
15 de abril. El pájaro enjaulado no sabe que no sabe volar.
3 de septiembre. En cuanto una verdad pasa de las cinco líneas, es novela.
31 de diciembre. Año: una rebanada cortada al tiempo, y el tiempo sigue entero.
1903.
16 de mayo. La frase tiene que ser tan clara que dé placer a la primera, y que, sin embargo, se le relea a causa del placer que ha dado.
1904.
21 de enero. El ciempiés solo tiene…veinte patas.
24 de ooctubre. El feminismo es no contar con el príncipe azul.
1905.
9 de enero. Ser socialista por la razón no cuesta nada, pero el sentimiento arruina. El socialista por la razón puede tener todos los defectos del rico; el socialista por sentimiento debe tener todas las virtudes del pobre.
15 de marzo. Un moderado es un señor que se interesa moderadamente por el bien de los demás.
Julio. Si temes la soledad, no trates de ser justo.
1908.
11 de noviembre. Un escritor solo tiene que ser escritor. Lo demás es literatura.


Notas:
La fotografía es de
J.R.
La edición, traducción y prologo son de Josep Massot e Ignacio Vidal-Foch.

domingo, 22 de marzo de 2009

Antonio Ferres: Mirada sobre Madrid

Jordi Gracia y la revista Acento. No existen muchas más fuentes (fáciles, salvo sus Memorias de un hombre perdido) a las que recurrir para saber algo del tiempo en que Ferres y otros escritores intentaron aplicar a su literatura un realismo que algunos llamaron Realismo de la Berza.
En Acento Cultural -una revista que se editó entre 1958 y 1961 en España- Antonio Ferres manifiesta que la literatura debe ir hacia el realismo, pero no de simple testimonio, sino crítico, comprometido.

Ferres. Evidente: la obra que escribió Ferres en aquellos años siguió esa consigna. Cuando en 1967 apareció en España Mirada sobre Madrid, Ferres vivía en Estados Unidos. Enseñaba novela española contemporánea en la Universidad de Indiana. Había escrito, tras ganar el premio Sésamo en 1954, cinco libros más: La piqueta, Caminando por la Hurdes (con Armando López Salinas), Los vencidos (publicado en Italia, por Feltrinelli, antes que en España, en 2005), Tierra de Olivos y Con las manos vacías. Estados Unidos cambió su forma de escribir.

Tradición. Recuperado para las librerías por Gadir, me pregunto si Ferres no es más tradición de lo que me parece en autores jóvenes. Quizá no sea fácil encontrarla. Hay, sin embargo, una frase en Caminando por las Hurdes que, podría decir, tengo grabada, -y sacada de contexto-: Hay muchas maneras de defender la tradición.
Hace unos días que conseguí este libro que parece escrito, por contraste, para la chica que aparece en la foto de arriba: una princesa. Y para mí, por otro motivo. Ahora, por fin, tengo esa media docena de textos que puedo repasar una y otra vez.



Blancanieves. ¿Cuántas manzanas de casas vamos a partir en dos para descubrir dentro los gusanos que son la gente?

Sol.…la ciudad entera…3.014 horas de sol en el año 1962.

Viento. La nueva ciudad…sigue las carreteras o las puntas de las rosa de los vientos. Primero con chabolas y, luego, casuchas parecidas en todo a las abandonadas en sus respectivas regiones.

Libertad…bajo las…vías que van a la estación de Atocha…hay un hombre viejo con un letrero en la mano, que pone LIBRE. Hace las veces de modesto semáforo a bajo jornal, y da paso al coche que tiene “prioridad” para evitar choques.

Puntos cardinales. Hay barrios muy alejados, como el del Gran San Blas o del Pequeño San Blas, a los cuales llegan los autobuses llenos de gente con el mismo aire cansado de los viajeros que regresan a la banlieue de París, y donde el precio de edificación es más barato…poblados dirigidos y bloques y viviendas protegidas o experimentales y barriadas de absorción…(Apiñamos gente en esas diligencias paradas y vivan todos como de viaje que dijo Larra.)…La gente de estos suburbios parece menos pobre, según nos acercamos al Norte…los tecnócratas comprueban esa natural tendencia a afincarse en esta parte las gentes de las provincias del Norte, mientras que los toledanos y andaluces quedan en la zona que les corresponde.

West Side Story. (Una película que muestra la vida, los nuevos mitos de los adolescentes portorriqueños coartados, vejados, perseguidos al otro lado del río Hudson, en el barrio Oeste de Nueva York.)…Y hay que hacer un distingo entre los ye-yes burgueses de algunas salas del Centro…y esos otros muchachos más duros, rajados y heridos por la vida; un distingo entre las chicas de finas cinturas y carne tostada en las elegantes piscinas o en las veraniegas playas y las adolescentes que se queman las manos en laboratorios químicos y talleres.

El alma de los enanos. Ahora la ciudad tiende a crecer también verticalmente…hay capas de distinta claridad y color en el cielo. Al final, una lámina negra, estrellada, sobre todo Madrid. Sobre los veinte cerros o colinas que forman la ciudad…Y como una intuición del Madrid de 6 millones de almas del año 2000.

Blancanieves. Estoy seguro de que la chica que habla inglés no habrá pasado hambre nunca…Estoy seguro de que no sabe gran cosa de esta sofocante ciudad, ni sabe la parte de Madrid que debemos salvar.

Notas:
La fotografía es de Gonzalo Juanes. Serrano, Madrid, 1965.
Miradas sobre Madrid está ilustrado con fotografías de Daniel Gil.
El primer párrafo del post lo he obtenido del libro de Jordi Gracia, Estado y cultura. El despertar de una conciencia crítica bajo el franquismo, 1940-1962 (Anagrama, 2006)

jueves, 19 de marzo de 2009

José María Cumbreño: Las ciudades de la llanura

José María Cumbreño. Hace un par de años pedí una decena de poemarios a la Editora Regional de Extremadura. Libros finos, los leí en pocos días de un verano, en vacaciones, algunos en una playa de Portugal.
El suyo fue uno de los que mejor recuerdo. No sabía quién era él cuando lo leí, salvo que un artículo de Serafín Portillo en La Gaceta del Libro en Extremadura lo incluía en el Grupo de los 80/90, entre otros extremeños. Ahora conozco algo más. Su blog. Su poemario. Y algo de su trabajo en Littera Libros, junto a Antonio Reseco, otro poeta, otro poemario del mismo julio. Aquí, cuatro de sus poemas:


LA SEMILLA

Custodia la semilla el augurio del fuego
como la sed promete lo que después no cumple.

EL ÁRBOL

Ten en cuenta que el árbol crece en dos direcciones,
pero sólo una brinda un lugar a la sombra.

LOS REMOS

Remar sin avanzar; remar mientras se aprende
a ir arrojando al agua más cosas cada vez.

GOZNES

Incluso las puertas de una casa
en ruinas
pueden abrirse sólo hacia un lado.

Nota: La fotografía es de Julieta Pellicer.


lunes, 16 de marzo de 2009

Agota Kristof: La analfabeta



Dos respuestas para una entrevista. "Me equivoqué al publicar estos textos. Es una recopilación de narraciones que, hace años, mandaba a una revista en alemán en Zurich. No tienen ningún valor. Son redacciones escolares. ¿Por qué las publiqué? Entonces porque necesitaba el dinero."
Ya no escribe. "No lo necesito. Para mí la escritura es demasiado importante como para hacer algo que no me guste. Y no creo que me salga ya nada mejor de lo que escribí- ¿Para qué empeñase? Tuve tres hijos y estuve casada dos veces. Nada de eso me impidió escribir. Quizás la fábrica…Ahora tengo todo el tiempo del mundo y no lo hago."

Aquí, anotaciones de su escritura sin grasa ni circunloquios. Sin subrayados.


Leo. Es como una enfermedad.

Las ganas de escribir vendrán más tarde, cuando el hilo de plata de la infancia se haya quebrado…cuando separada de mis padres y mis hermanos, ingreso en un internado de una ciudad desconocida, donde, para soportar el dolor de la separación, sólo me queda una solución: escribir.

Años cincuenta. Exceptuando algunos privilegiados, en nuestro país todo el mundo es pobre. Algunos son incluso más pobres que otros.

Me prestan zapatos cuando necesito dejar los míos en el zapatero…Si tengo que devolverlos, me quedo tres días en cama por culpa del zapatero. No le puedo decir a la directora del internado que no tengo zapatos de recambio para ir a la escuela. Le digo que estoy enferma.

No puedo pedir dinero a mis padres. Mi padre está en la cárcel y no tenemos noticias suyas desde hace años. Mi madre trabaja donde puede

Al principio no había más que una sola lengua.

Decían que los gitanos…hablaban otra lengua. Yo pensaba que aquella no era una lengua de verdad…tenían vasos marcados, vasos que sólo eran para ellos, pues nadie quería beber en un vaso en el que había bebido un gitano.

Cuando tenía nueve años nos mudamos…a una ciudad fronteriza…de lengua alemana. Para nosotros, los húngaros,…era una lengua enemiga, ya que nos recordaba a la dominación austriaca.

Un año más tarde, fueron otros los militares que ocuparon nuestro país. La lengua rusa se volvió obligatoria en las escuelas, las demás lenguas fueron prohibidas…Asistimos aquí a un sabotaje intelectual nacional…Con la misma falta de entusiasmo son enseñadas y aprendidas la geografía, la historia y la literatura de la Unión Soviética. De las escuelas sale una generación de ignorantes.
Así es como, a la edad de veintiún años, cuando llego por casualidad a Suiza, una ciudad en la que se habla francés, me enfrento a una lengua totalmente desconocida para mí…esta lengua está matado a mi lengua materna.

Marzo de 1953. Stalin ha muerto…En el internado la tristeza es obligatoria.

Aquí he de pensar en Thomas Bernhard,…que no ha dejado de fustigar a su país. Murió el 12 de febrero de 1989…no hubo falsas lágrimas, quizá tampoco verdaderas…Sí es el primer libro suyo que leí…Es cierto que su contenido es terrible, pues este “sí” es ciertamente un “sí”, pero un “sí” a la muerte y, por lo tanto, un “no” a la vida.
Sin embargo, se quiera o no, Thomas Bernhard vivirá eternamente para servir como ejemplo a todos aquellos que desean ser escritores.

Tengo veintiún años Estoy casada desde hace dos años y tengo una niñita de cuatro meses. Atravesamos el límite entre Hungría y Austria una noche de noviembre, precedidos por un pasador de fronteras…yo llevo dos bolsas. En una de las bolsas hay biberones, pañales, ropa para cambiar al bebé; en la otra, diccionarios.

¿Cómo habría sido mi vida si no hubiera dejado mi país? Más dura, más pobre, pero también menos solitaria, menos rota; quizá feliz.
De lo que estoy segura es que hubiera escrito lo que fuera en cualquier lengua.

…empiezo a trabajar en una fábrica de relojes…me levanto a las cinco y media…Salgo a las cinco de la tarde…arreglo la casa, acuesto a la niña, lavo los platos, escribo un poco y me acuesto.
Para escribir poemas, la fábrica está muy bien. El trabajo es monótono, se puede pensar en otras cosas y las máquinas tienen un ritmo regular que ayuda a contar los versos…Por la noche lo paso a limpio en una libreta.
En el autobús de la mañana, el revisor se sienta a mi lado…me quiere tranquilizar explicándome que los suizos no permitirán que los rusos lleguen hasta aquí…Cómo explicarle, sin ofenderle, y con las pocas palabras que sé de francés, que su bello país no es más que un desierto para nosotros.

Cómo hacerse escritor. En primer lugar, hay que escribir, naturalmente. Luego, hay que seguir escribiendo. Incluso cuando no le interese a nadie, incluso cuando tenemos la impresión de que nunca interesará a nadie. Incluso cuando los manuscritos se acumulan en los cajones y los olvidamos para escribir otros.
He aquí la respuesta a la pregunta: uno se hace escritor escribiendo con paciencia y obstinación, sin perder nunca la fe en lo que se escribe.

Cinco años después de haber llegado a Suiza, hablo francés, pero no lo leo. Me he convertido en una analfabeta. Yo, la que sabía leer cuando tenía cuatro años.
Estoy obligada a escribir en francés. Es un desafío.
El desafío de una analfabeta.

Notas:
La fotografía la obtuve en esta dirección:
www.europeanliteraryinmigration.com
La entrevista es de Javier Rodríguez Marcos.
La traducción es de Juli Peradejordi

viernes, 13 de marzo de 2009

Elena Medel: Mi primer bikini

Erratas. En la tercera edición, aún quedan. Al menos, eso piensa su autora. La encontré en una librería. Casualidad. Tres meses después de haber leído Tara. Pedí que hiciese una firma en el libro sin pagar. Lo dedicó, tras haber corregido un poema. Imaginé que Tara tenía que ver con las erratas con las que seguían publicando Mi primer bikini. El poema era (es) el siguiente. Y se titula Celebración.


Como cada año amarillo,
las calles se llenan de vestidos
que hacen daño en el cuello,
de pies con zapatos de baile
para estatuas.
En las casetas de tiro surgen
chaquetas con hombros,
proyectiles excesivos
que escupen regalos a las nubes.
Peluches agujereados,
pequeñas botellas abolladas
y tesoros que almacenaremos
en anaquel inadvertido.
Estaciones atrás, un día como éste,
me crucé con una ristra de celofanes,
con mujeres que decían lo hermoso
que es coleccionar brillos y baberos.
Sollocé y pataleé
por un pedazo rojo brillante:
alguien me regaló
lo que parecía un bastón de caramelo.
Al morderlo, el plástico me reveló
que jamás lo que deseamos se parece a lo obtenido.
Con la soberbia de la infancia,
lo pisoteé en el suelo
convirtiendo el bastón
en una caricatura de azúcar astillado.
Al saber qué había hecho, me eché a llorar:
todos los niños –menos yo- tenían un bastón,
exactamente igual a aquel que yo hice trizas.
Siempre todos menos yo; siempre nadie menos yo.

Hoy sigo destruyendo
-cebándome con saña-
las cosas que más quiero.



Nota: La fotografía la encontré en www.triplov.com

miércoles, 11 de marzo de 2009

Grace Paley: Deseos


Paley. Descubrí este cuento en una antología prestada. Lo que siguió fue comprarme sus Cuentos completos, publicados por Anagrama. De los 44, leí 6. Creo que la razón estuvo en que esperaba puñados de cuentos como Deseos, y me faltó d-i-s-c-i-p-l-i-n-a para seguir buscándolos. Sinceramente: creo que no los hay. No es fácil.
Paley murió hace año y medio, y el marcador sigue con el mismo resultado, en esa media docena de cuentos leídos. Ahora, entre sus hojas, está una necrológica que escribió Rodrigo Fresán. Es lo único que ha cambiado tras su muerte. No solo me refiero al avance de mi lectura. Yo también quiero hacer algo más que leer, otras cosas que las que estoy haciendo. El tiempo pasa.
De momento, como un intento de sacarme ese pensamiento tópico, autocomplaciente y destructivo de la cabeza, queriendo no ser más dramático de lo necesario, copio este cuento, este gran cuento, en el que como todo buen escrito es más lo que se insinúa que lo que se dice. Y se dice mucho.


Vi a mi ex marido en la calle. Estaba sentada en las escaleras de la nueva biblioteca.
Hola, mi vida, dije. Habíamos estada casados veintisiete años, así que me sentía justificada.
Él dijo, ¿Qué? ¿Qué vida? La mía desde luego que no.
Y yo, Bueno. No discuto cuando hay verdadera discrepancia. Me levanté y entré en la biblioteca a ver cuánto debía.
La bibliotecaria dijo que treinta y dos dólares en total, y lleva usted debiéndolos dieciocho años. No negué nada. Porque no entiendo cómo pasa el tiempo. He tenido esos libros. He pensado con frecuencia en ellos. La biblioteca sólo queda a dos manzanas.
Mi exmarido me siguió a la sección de devolución de libros. Interrumpió a la bibliotecaria, que tenía más que decir. En varios sentidos, dijo, cuando miro hacia atrás, atribuyo la disolución de nuestro matrimonio al hecho de que nunca invitaste a cenar a los Bertram.
Es posible, dije. Pero en realidad, si recuerdas: primero, mi padre estaba enfermo aquel viernes, luego nacieron los niños, luego tuve aquellas reuniones de los martes por la noche, luego empezó la guerra. Luego, era como si ya no les conociésemos. Pero tienes razón. Debería haberles invitado a cenar.
Entregué a la bibliotecaria un cheque de treinta y dos dólares. Confió plenamente en mí, se echó a la espalda mi pasado, dejó limpio mi expediente, que es exactamente lo que
jamás harán las otras burocracias municipales y/o estatales.
Pedí prestados de nuevo los dos libros de Edith Wharton que acababa de devolver, porque hacía mucho tiempo que los había leído y ahora son más oportunos que nunca. Los libros eran
The House of Mirth y The Children, que trata de cómo cambió la vida de Estados Unidos en Nueva York, en veintisiete años, hace cincuenta.
Una cosa agradable que recuerdo muy bien es el desayuno, dijo mi ex marido. Me sorprendió. Nunca tomábamos más que café. Luego recordé que había un agujero en la pared del armario de la cocina que daba al apartamento contiguo. Allí siempre tomaban tocino ahumado, curado con azúcar. Daba una sensación majestuosa a nuestro desayuno, aunque nosotros nunca llegáramos a quedar ahítos.
Eso fue cuando éramos pobres, dije.
¿Es que alguna vez fuimos ricos?, preguntó.
Bueno, con el paso del tiempo, a medida que nuestras responsabilidades aumentaron, ya no pasamos necesidades ni apuros. Tú lograste resolver los problemas económicos, le recordé. Los niños iban de colonias cuatro semanas al año y llevaban ponchos decentes, con saco de dormir y botas, como todos los demás. Tenían un aspecto espléndido. Nuestra casa estaba caldeada en invierno, teníamos unos cojines rojos muy lindos, y otras muchas cosas.
Yo quería un barco de vela, dijo. Pero tú no querías nada.
No te mortifiques, dije. Nunca es demasiado tarde.
¡No!, dijo con gran amargura. Puedo conseguir un barco de vela. La verdad es que tengo el dinero suficiente para una goleta, Me van muy bien las cosas este año, y creo que me irán aún mejor. En cuanto a ti, es demasiado tarde. Tú nunca desearás nada.
A lo largo de aquellos veintisiete años mi ex marido había tenido la costumbre de hacer comentarios hirientes que, como el desatrancador del fontanero, se abrieran paso oído abajo, bajaran por la garganta y llegaran hasta mi corazón. Y entonces desaparecía y me dejaba con aquella sensación de opresión que casi me ahogaba. Lo que quiero decir es que me senté en las escaleras de la biblioteca y él se fue.
Eché un vistazo a
The House of Mirth, pero perdí interés. Me sentía sumamente acusada. Qué le vamos a hacer, es verdad, ando escasa de deseos y de necesidades absolutas. Pero la verdad es que hay cosas que quiero.
Quiero, por ejemplo, ser una persona distinta. Quiero ser la mujer que devuelve esos dos libros en dos semanas. Quiero ser la ciudadana eficaz que cambia el sistema escolar y comunica al Comité de Presupuestos los problemas de este querido centro urbano.
Había prometido a mis hijos poner fin a las guerras antes de que fueran mayores.
Hubiera querido estar casada para siempre con las misma persona, bien mi ex marido, bien mi marido actual. Cualquiera de los dos tiene suficiente personalidad para llenar una vida, lo cual, si bien se mira, tampoco es tanto tiempo. En una vida breve no puedes agotar las cualidades del hombre ni meterte debajo de la roca de sus argumentos.
Esta mañana, precisamente, me asomé a la ventana para mirar un rato a la calle y vi que los pequeños sicomoros que el ayuntamiento había plantado soñadoramente un par de años antes de que nacieran los niños habían llegado a su plenitud.
¡Bueno! Decidí devolver aquellos dos libros a la biblioteca. Lo cual demuestra que, cuando surge una persona o un acontecimiento que me conmueve o me hace darme cuenta de mi propia valía, soy capaz de obrar de la manera adecuada, aunque sea más conocida por mis comentarios afables.


Notas.
La fotografía pertenece a gentl & hyers / edgreps.com
La traducción es de J. M. Álvarez Flórez y Ángela Pérez.

domingo, 8 de marzo de 2009

Carlos Pardo: El invernadero


Pana. A esta tela –plastificada-, me recuerdan las cubiertas “Hiperión”. Pana, con surcos verticales, pasada de moda. Pana roja, pana azul; marrón claro, en esta ocasión. Ropa de pobre o de invierno. Libros que forro con papel sin usar, aunque no se pueda leer el nombre del autor ni el título: es, al abrirlos, cuando disfruto de aquellos poemas que me gustan. Del que sigue, por ejemplo.

Cuestión de principios.

Mi ventana es perfecta para verte
y avanzar en tus páginas
o en la rápida pluma que dibuja
constantemente cosas:
figuras muy confusas desde aquí,
palabras que procuro imaginar.

Cuando vuelvo de clase
y te veo encerrada entre los libros
pienso que estás perdiendo la sonrisa
con la luz condensada de tu flexo.
No te he visto jugar con las repipis
que saltan en el parque y juegan a la goma
entre zapatos sucios y canciones,
siempre en casa escondida
desgastando tus mundos inventados
e impresos en papel.

No son libros de clase,
Veo tu biblioteca desde aquí
-confieso que me ayudan los gemelos-
Y hay cosas que envidiar para tu edad:
El Árbol de la Ciencia, Baudelaire,
Valle-Inclán, Luis Cernuda, Garcilaso
y más que no distingo,
los tapa tu casete.

Lo que puedo decirte es verdad sólo en parte:
no merecen los libros ser pagados tan caros,
pero que opine otro menos pobre.


Nota: La fotografía es de María Jesús Gómez Garcés.

jueves, 5 de marzo de 2009

Guy de Maupassant: Todo lo que quería decir sobre Gustave Flaubert


Copia. Esa palabra persigue mi cabeza cuando me siento delante del ordenador, o cuando es hora de levantarme. A veces, me pregunto qué función tiene este blog. No será única -si es que la tiene- esa función, supongo. Al menos, el siguiente texto de Walter Benjamin (Dirección única, Alfaguara) me va a servir para hablar de una de las posibles. Quizá la palabra adecuada no sea función sino consecuencia: La fuerza de una carretera varía según se recorra a pie o se sobrevuele en aeroplano. Así también, la fuerza de un texto varía según sea leído o copiado. Quien vuela, sólo ve cómo la carretera va deslizándose por el paisaje y se desdevana ante sus ojos siguiendo las mismas leyes del terreno circundante. Tan solo quien recorre a pie una carretera advierte su dominio y descubre cómo ese mismo terreno, que para el aviador no es más que una llanura desplegada, la carretera, en cada una de sus curvas, va ordenando el despliegue de lejanías, miradores, calveros y perspectivas como la voz de mando de un oficial que hace salir a los soldados de sus filas.

A partir de aquí, y en varias líneas (copiadas), algunas de las que Maupassant escribiera sobre su amigo y maestro antes de que aquel, en palabras de Alberto Savinio, se convirtiera en “el otro”:

Gustave Flaubert (1884)

Leer. Gustave Flaubert fue todo lo contrario de un niño prodigio. Aprendió a leer con gran dificultad. Y apenas había aprendido cuando entró en el liceo, a la edad de nueve años.

Hablar. En lugar de exponer la psicología de los personajes mediante disertaciones explicativas, la hacía sencillamente aparecer por sus actos. De este modo las interioridades eran desveladas por las manifestaciones externas, sin que mediara ninguna argumentación psicológica…los hechos mismos hablan.

Palabras. Las palabras tienen alma. La mayoría de los lectores, e incluso de los escritores, sólo les piden un sentido. Es necesario encontrar esa alma que aparece al contacto con otras palabras, que aparece e ilumina determinados libros con una luz desconocida, muy difícil de hacer brotar.

Salirse del molde. No imaginaba los “estilos” como una serie de moldes particulares…: Flaubert creía en el estilo, es decir, en una manera única, absoluta, de expresar una cosa con todo su colorido y toda su intensidad.

Una prueba que acabo de hacer. “Una frase es viable –solía decir- cuando se adecua a todas las necesidades de la respiración. Sé que es buena cuando puede ser leída en voz alta.” “Las frases mal escritas…no resisten esta prueba, oprimen el pecho, interfieren en los latidos del corazón y se encuentran de este modo fuera de las condiciones de la vida.”

El ojo y el espejo en Croisset (Rouen). Su gabinete tenía tres ventanas…que daban al jardín y dos al río…A los marineros, desde el río, las ventanas del “señor Gustave” les servían de faro.

Gustave Flaubert (1890)

Maupassant. No cabe duda de que yo le traje a la memoria su juventud desaparecida.

Juventud. Se hizo de día y todavía no había acabado. Las últimas cartas eran aquellas recibidas en su juventud… “Todo eso era –dijo- el montón que no quise ni clasificar ni destruir…”… Mientras yo seguía pensando. “He aquí una vida, una gran vida; es decir, muchas cosas inútiles que quemamos, el indiferente pasatiempo de cada día, algunos recuerdos especiales de hechos vividos, de hombres conocidos, de ternuras íntimas de familia, y una rosa marchita, un pañuelo y un zapato de mujer.” Eso es todo lo que tuvo, todo lo que vivió, todo lo que probó.
Notas:
La traducción y el prólogo son de Manuel Arranz.
La imagen de Maupassant pertenece a la Agencia EFE

lunes, 2 de marzo de 2009

Marga Minco: La hierba amarga


Respirar hondo. Es lo que un día le aconsejaron a Marga Minco. Debido al tratamiento contra la tuberculosis que recibía en un hospital de Utrecht, sentía ganas de vomitar. El consejo (casi una receta) era el siguiente: Respira hondo, así se quedará dentro. Esa respiración forzada sirve también para explicarme este libro.

Puertas abiertas. Del prólogo. Cuando los nazis sacan a los judíos de sus casas, las puertas quedan abiertas.

Ventanas. Desde diferentes ventanas ondeaban las cortinas hacia el exterior. En algún lugar yacía caído un tiesto sobre el borde de un alféizar. Tras otra ventana vi una mesa que estaba dispuesta para empezar a comer. Un trozo de pan sobre un plato. Un cuchillo hundido en la mantequilla.

Cine. Naturalmente, era una película alemana, pero la historia se nos escapaba a los tres.

Prohibido. Durante la ocupación, la palabra “prohibido” adquirió otro significado para nosotros. Estaba prohibido entrar en cafés y restaurantes, en teatros y cines, en piscinas y parques; estaba prohibido tener una bicicleta, un teléfono, una radio.

Fotografía:

La señora Zwagers fue la primera que promovió la idea.
-Nos hemos hecho todos fotos –le dijo a mi madre una tarde que vino a casa a tomar té-.Mi esposo y yo juntos, y los niños. ¿Sabes?, es un bonito recuerdo para después. Nunca se sabe lo que puede pasar, y así por lo menos tenemos fotos de todos.
Mi madre estuvo de acuerdo.

Rubia. El cabello negro volvía a hacer su aparición por todas partes.

-Lo mejor habría sido que fueras rubia natural- afirmó la mujer.
-Pero no lo es –dijo el hombre-. Si lo fuera, no estaría aquí.


Nombre. Le dije mi nombre, mi nuevo nombre.

Mejoría. Quizá por eso el período que pasé en el hospital no me pareció tan terrible como si hubiera tenido que estar allí en una época normal…Cuando mi estado mejoró, ya no pude evadirme.


Notas.
El prólogo es de Félix Romeo
La traducción es de
Julio Grande
La fotografía es de Kryn Taconis (Magnum)