sábado, 4 de julio de 2009

Eva Puyó: Ropa tendida


Creo que durante mucho tiempo me gustarán libros de este tipo. Libros que hablen –así de sincero- de las familias de cinco. No es fácil. Muchos verían estrellas de cinco puntas donde yo solo veo parches con forma de pentágonos. O, mejor dicho: con forma de escudo. Así me gusta recordar a mi familia: como un escudo.


Ropa sin tender. Solo me he enterado de la lluvia cuando me he levantado de la cama y he visto a mi madre tendiendo la ropa por los radiadores.

Los cromosomas también son copia. Los pitufos, Lulú, Pumuki. Todos estos muñecos de plástico tenían su correspondiente “gemelo” de bronce. Mi padre (…) Al día siguiente nos lo devolvía (…) y con su doble de bronce. Era algo que hacía en los ratos libres del taller de fundición en el que trabajaba (…) Los muñecos de bronce eran duros y fríos (…) También mi padre podía ser duro y frío.

XX. Mi padre era tornero en la fundición, una profesión que me resultaba muy difícil de imaginar. Cuando rellenaba el papel de las becas, mi padre me decía que pusiera una equis en la casilla de obrero “cualificado”, en lugar de la de “sin cualificar”. Eso era algo que me daba una pista sobre la categoría de su trabajo.

YY. Mi madre en las reuniones del colegio decía que era “ama de casa”, cuando se pasaba la mayor parte del tiempo fuera de ella (…) A veces mi madre nos llevaba a ver esas otras casas donde iba a trabajar, cuando sus dueños no estaban.

Caballero. A mi hermano le diagnosticaron que tenía los pies planos (…) Yo creía (…) que un asmático de pies planos no podía jugar al rugby.
Ahora mi hermano camina por la casa con pequeñas pesas unidas a sus tobillos para fortalecer las piernas (…) La casa se llena de olor a reflex (…) Los tacos nuevos de mi hermano resuenan sobre el cemento como cascos de caballo.

Capitán Ahab. Mi abuela murió muchos años después que mi abuelo, y su agonía duró tan solo un par de días (…) Decía: “Sólo lo hice una vez, sólo lo hice una vez”, y tenía miedo de ir al infierno. Mi padre le dijo: “No te preocupes, madre, esas cosas Dios las perdona”. Un poco más tarde estaba fría, gorda y grande, como una ballena fuera del mar.

Brindis
. Los únicos autobuses circulan casi vacíos y muy deprisa. Yo conduzco con cuidado para evitar que se rompan las botellas. Aún así, cada vez que freno se oye un “cling clong” grave. Pienso que esa es la música de mi Navidad. El brindis, que anticipa el par de besas, los únicos que nos damos en todo el año.

No dejéis tizas a los niños. Cuando acababan las clases mi hermana y yo nos quedábamos en el colegio vacío, mientras mi madre y otras señoras de bata azul limpiaban las aulas. Las señoras de bata azul nos dirigían palabras amables. Mi madre nos daba una bayeta para que quitáramos el polvo de los cajones de los pupitres. Mi hermana y yo recorríamos las aulas vacías. Nos metíamos en las clases de los mayores. Dibujábamos con tiza en la pizarra flores y niñas de pestañas largas. Un día se nos olvidó borrar el dibujo, grande como un mural, de la pizarra de una de las clases. Los alumnos mayores se debieron de reír mucho con ese dibujo. El profesor se enfadó. Mi madre recibió una reprimenda de la señora P. Al día siguiente nos dijo que no podíamos dibujar más en la pizarra.

Léxico familiar. “limpiar sobre limpio”, como decía mi madre.

Recados. Cuando mi madre no se encuentra bien siempre es igual. Mi padre me pide que vaya a ver qué tal se encuentra y si necesita algo. De hecho, creo que verdaderamente él se preocupa de ella más que yo. Es como si la quisiera a través de otra persona, a través de mí.

Mi casa por partes. Una secretaria del Ayuntamiento me entregó, además, una bolsa que contenía un alcachofa de ducha. “Ha habido muchos robos, y preferimos darlas así.”

Transfusión. Con tu padre no puedes tener una conversación intrascendente. No puedes hablar del día que hace, de las últimas noticias de la tele, o de la película que has visto. En las conversaciones entre tu padre y tú todo acaba volviéndose denso y oscuro como la sangre.

Inauguración. Te das cuenta de que a tu ex novio ya no le gusta cómo eres, y de que ya no te quiere. De hecho, ahora mismo, notas cómo le molesta hasta el pequeño gesto de robarle cigarrillos (…) Ha fumado porros a la misma velocidad con la que tú te has terminado la botella de vino que has traído (…) A él le asustaba el mundo laboral. Tú querías irte de casa a toda costa, él se encontraba a gusto en la suya.


Reencuentro. Ahora ya no van a robar verduras al campo. Ahora sólo van a recoger frutas de los árboles abandonados. Se hacen mayores, pienso (…) Los frascos de mermelada nos sirven para probar el sabor de la fruta de temporada (…) Mi padre dijo que no era feliz al lado de mi madre. Hablaron de separarse. En esa época todos en mi familia parecíamos ser muy desgraciados.

Nota: La fotografía es de Bill Brandt y la he obtenido en la siguiente dirección:http://hormigaciones.blogspot.com