viernes, 6 de febrero de 2009

Abraham Gragera: Adiós a la época de los grandes caracteres


Se considera deudor de Juan Ramón Jiménez, aunque éste prefiriera la grafía de la "j" a la de la "g" del apellido de aquel. Elijo el poema, casi al azar, porque podría haber sido cualquiera. Se llama CASI DEMASIADO SERIO.
El aire que improvisa, inacabado, los gestos imprecisos, las cosas que se cogen sólo para soltarlas...me gustan, porque no van a ningún sitio, pero no llegan nunca tarde.
Inestabilidad, tienes nombre de milagro. Somos nosotros los que decimos adiós, los que decimos...Ah, qué no te regalaría si supiera cuánta fruta es un buen regalo...Estaba todo lleno de racimos. Y todo los miraba con nostalgia.
Tal vez porque la soledad es todo lo que ocurre alrededor de ella, las cosas nos enseñan cuánto amor se necesita para pasar desapercibidos. O cuánto deseamos que nos interrumpan: las moscas, como en el siglo diecinueve, lo sabían: las cigarras celebran el amor, no su visión del mundo: la orilla añora el roce de sus eles: mirar un río es también ahogarse.
Si pudiera, pensé, volvería al pasado a por la ropa de entretiempo. Pero la nieve que cegó mis nueve años, con un helor de ojo sin pupila, para borrar el mundo y prometerlo, aún no se ha derretido. Mientras que aquí, el verano y el otoño resultan demasiado familiares para disfrutar de la seducción de los extraños, y demasiado extraños para hablarles con familiaridad:
el sol y la llovizna juegan a la sed.
Quizá porque proponen un nuevo concepto de doma, las tragedias son, no sé, tan infinitivas...que no parecen hijas de su tiempo, verbal, imperativo...y lo que nos ocurre es siempre una liberación, un despertar:
Si con pasos de arena, balbuciendo han entrado ladrones en la casa, te bañaste en mi sueño, ¿no fue para que yo te respondiera no te preocupes, son los nuestros...
Aquella nube bruta, este barro tan dócil...
Ya verás como siga así este tiempo. Van a proliferar las elegías.