domingo, 19 de diciembre de 2010

La mesa puesta en Cuentos de barro.



Antonio Báez escribió así sobre La mesa puesta. Lo copié de su blog: Cuentos de barro. Es algo que me alegra mucho y le agradezco igual.

El escritor se pregunta sobre la resistencia de su libro de cuentos comparándolo con un camino con ocho puentes, uno por cada cuento de los que componen el brevísimo volumen titulado La mesa puesta. El escritor se llama Manuel Abacá. Lo que tiene que soportar ese camino es el tránsito de cada uno de sus lectores. El escritor está seguro de no poder ofrecerle al lector otro camino que el que le pone por delante y esa situación le “hace estar más expectante que nunca”. ¿Resistirá la prueba?
Juzguen ustedes mismos: “Me gustaría mirar dentro de la cabeza de gente como ese teniente para saber en qué se distingue de la mía, para saber qué parte que me permitiría como a él ser una especie de ganador, odio.” (pág. 43) Otro regalo: “Siempre tomo leche con galletas empapadas. Siempre limpio lo que mancho, siempre recojo lo que usan los demás y lo que estorba, lo que nadie quiere. ¿Por qué soy así? Es una pregunta que me hago a menudo en el fregadero. Supongo que solo ordenando las cosas, entiendo cómo se desordenan.” (pág. 46) La escritura de estos relatos es tan sencilla y tan difícil, tan profunda y tan sutil que a este lector le corroe una envidia malsana perfectamente contrarrestada por le emoción y la lección que proporciona. Está muy bien que venga alguien de pronto y con el tono de una voz apacible, con la sensatez de su mirada, con la relevancia de los detalles que le importan me haga callar en este guirigay de voces ventrílocuas que yo sólo he montado en torno a si la literatura tiene un culo muy grande o muy pequeño, al que estamos todos asomados. Las historias de Manuel Abacá salen directamente del corazón y de la inteligencia de la literatura. Esto es, amigos, que me han dado sopas con honda. Para callarse y enrojecer. La mesa puesta es un libro de 75 páginas. No importa, no se agota en una primera lectura. Puede uno volver a cada una de sus historias muchas veces, porque no hay en ellas ninguna de esas sorpresas que una vez desveladas por la primera lectura pierden un misterio vacío, aparente. La sabiduría de estos textos está detrás de lo que cuentan, activan el resorte de la inteligencia en el lector, hacen que uno quiera saber qué más se puede encontrar debajo de esas palabras. Y ahora tengo la suerte de volver a leer este libro de 75 páginas. Por supuesto, resistió la prueba.


Nota. La fotografía es de Oscar Molina. www.oscarmolina.com/omesgobjetos.html#