jueves, 1 de enero de 2009

Aspirina

Buscó sobre la estantería; buscó en los cajones. El paquete estaba junto a los paños de cocina. Abrió el grifo del fregadero. Tenía la aspirina pegada a la lengua. El agua hizo un ruido de tambor contra el acero limpio. Sorbió con los labios pegados al caño. El redoble del agua fría. No sabía cuándo, pero Samuel Johnson había dicho que la literatura le sirve a los lectores para gozar mejor de su vida o para soportarla mejor. Lo imaginó bebiendo en Ye Olde Chesire Cheese, también directamente del grifo de cerveza. La literatura se parecía a una aspirina o a una cerveza. Secó su mentón y esperó: Los remedios no son instantáneos.