miércoles, 18 de febrero de 2009

Carver

Mi hermano me habla de un fotógrafo que le gusta. Después, me pregunta un amigo que cuándo voy a postear algo de Carver. De la poesía de Carver, quiere decir. El día de mi cumpleaños, le digo. Hoy, ahora.
Coincidimos en gustos lectores y, tanto él como yo, preferimos su poesía a los relatos. De alguna manera, porque no es tan obligatoria su lectura. No solo por eso. Es algo sincero, es algo difícil de explicar, algo que nos parece evidente desde hace tiempo, sin estar convencidos de que pueda parecer así a muchos lectores. Su poesía, sus versos mezclados con los de Chéjov y con otros que no son los de Chéjov, o que son los suyos con diferente nombre. Se podrían intercambiar sin notarse grandes diferencias. Y, ¿qué poesía, de entre tantas, escoger?
Aquí, entra en escena la trilogía de Julián Rodríguez. Ya se sabe: Lo improbable, La sombra y la penumbra y Ninguna necesidad. Tres obras que unió después de haber eliminado veintiséis frases. Tengo la manía de establecer relaciones: Y esa trilogía, desde antes de serlo, empieza con curvas y termina de la misma manera: girando el volante.

Primera página de Lo improbable:

El poema se titulaba “Miedo”…
Conducía despacio…Su ánimo hacia él cambiaba como las curvas de la carretera: vacío, unas; compasión, otras.

Última página de Ninguna necesidad:

Luego pensó: Es el miedo (¿tan sólo el miedo a volver’).
Conducía despacio. Al principio muy despacio, para no dejar de ver la gasolinera, niños, humo que se alzaba ya gris.
Una curva y todo desapareció (curva suave, digna de aquella autopista).
Aceleró.


Estaba claro que Miedo tenía que ser un poema, el poema de inicio de la trilogía; Ninguna necesidad, el otro. Éste de Un sendero nuevo a la cascada, y de diferente traducción al primero, que también aparece en Todos nosotros.


Miedo

Miedo a ver un coche de la policía acercarse a mi puerta.
Miedo a dormirme por la noche.
Miedo a no dormirme.
Miedo al pasado resucitando.
Miedo al presente echando a volar.
Miedo al teléfono que suena en la quietud de la noche.
Miedo a las tormentas eléctricas.
¡Miedo a la limpiadora que tiene una mancha en la mejilla!
Miedo a los perros que me han dicho que no muerden.
Miedo a la ansiedad.
Miedo a tener que identificar el cuerpo de un amigo muerto.
Miedo a quedarme sin dinero.
Miedo a tener demasiado, aunque la gente no creerá esto.
Miedo a los perfiles psicológicos.
Miedo a llegar tarde y miedo a llegar antes que nadie.
Miedo a la letra de mis hijos en los sobres.
Miedo a que mueran antes que yo y me sienta culpable.
Miedo a tener que vivir con mi madre cuando ella sea vieja,
Y yo también.
Miedo a la confusión.
Miedo a que este día acaba con una nota infeliz.
Miedo a llegar y encontrarme con que te has ido.
Miedo a no amar y miedo a no amar lo suficiente.
Miedo de que lo que yo amo resulte letal para los que amo.
Miedo a la muerte.
Miedo a vivir demasiado.
Miedo a la muerte.
Ya he dicho eso.

Ninguna necesidad

Veo un sitio libre en la mesa.
¿Para quién? ¿Quién falta? ¿A quién le estoy tomando el pelo?
El barco espera. Ninguna necesidad de remos
o de viento. He dejado la llave
en el mismo sitio. Ya sabes dónde.
Recuérdame, y todo lo que hicimos juntos.
Ahora estréchame con fuerza. Eso es. Bésame
en la boca. Ahí. Ahora
deja que me vaya, querida. Déjame ir.
Ya no nos volveremos a ver en esta vida,
Así que dame un beso de despedida. Aquí. Vuélveme a besar.
Otra vez. Ahí. Ya es suficiente.
Ahora, querida, deja que me vaya.
Es hora de ponerme en camino.

Nota: La fotografía es de Todd Hido