Me pregunto si recuerda el último consejo que me dio. Fue durante la exuberancia de esos años veinte frenéticos y ricos; yo salía al mundo para intentar convertirme en escritor.
Usted me dijo: «Te costará mucho tiempo y no tienes dinero quizá lo mejor fuese que te marcharas a Europa»
«¿Por
qué?»
pregunté.
Porque en
Europa la pobreza es una desgracia, pero en los Estados Unidos es una vergüenza.
No sé si podrá soportar la vergüenza de ser pobre.»
No mucho después de esto llegó la Depresión. En esa época todo el mundo era pobre y ya no significaba una vergüenza. Así que nunca sabré si lo hubiera podido soportar. Pero, ciertamente, tenía usted razón acerca de algo, Edith: me costó mucho tiempo, muchísimo tiempo. Y aún continúa siendo así y jamás se ha hecho más fácil. Usted me lo había advertido.
[De una carta a Edith Mirrielees, 8 de marzo de 1962]