lunes, 23 de febrero de 2009

Elena Román: A propósito de los cuerpos

Berma. Se encuentra en los márgenes, en los bordes de una carretera. Es el espacio entre la cuneta y su arcén. Por ella corre la lluvia y la orina de los que no aguantan más. Aunque no llegue a tejado, viene a ser el alero de un tejado a ras de suelo.
No he consultado ningún diccionario: se me ocurre al intentar decidir si los textos de Elena Román son poesía, cuento, aforismo o una mezcla de los tres. Poco me importa.
Me siento, me leo los treinta textos de una sentada y me levanto para apagar la luz: puro ejercicio gimnástico. Negarle el veredicto a los fluorescentes, y no tocarme, es todo lo que necesito para imaginar ahora que tengo un cuerpo de atleta.



El careto

Lo vas a poner. Lo estás poniendo, contorsionando cada centímetro de tu rostro hasta configurar el careto. No es tu cara: es el careto tuyo, óvalo entrenado para explotar de furia. Los ojos brillantemente estreñidos, la frente como acordeón o pila de ropa sucia, las cejas cayendo en paracaídas, la nariz amenazando estocadas, las mejillas con asas, el flequillo carcelero, los labios semicerrados mostrando un acceso angular a la cueva del colmillo, las orejas de punta, la barbilla celulítica. La belleza te vende barato, barato. El vinagre te imita. Lo más insignificante te sirve de excusa para amargarte / amargarnos el día. Que no cunda el pánico. Despejen la zona. He aquí el careto, tus maneras de quedarte a solas.


Del cuello a la nuca hay una sombra

La sombra del cuello es una nuca. La sombra de una nuca es la sombra de una nuca. El cuello que se gira obedece a los ojos. El cuello que se estira obedece al ego. El cuello que vibra obedece a la sequedad. La sombra del cuello es, realmente, el tiempo perdido; metafóricamente, es un artículo descatalogado, o más metafóricamente aún, el pomo debajo de la puerta. En casa del asesino no se puede mostrar la yugular ni el afecto. Un collar es fría caricia que decora. Una nuca nunca anuncia nada nuevo. Rezagada, detrás de la idea, se consuela pensando que, al menos, tiene sombra propia.



Nota: La fotografía es de Richard Avedon.