miércoles, 7 de enero de 2009

Joseph Roth: Jefe de Estación Fallmerayer


Un párrafo de Roth:
Tan sólo a Fallmerayer le parecía que la guerra le había liberado de una situación sin esperanza. Sin duda sus gemelas le inspiraban lástima. También su mujer. Sin duda, también su mujer. Pero mientras los camaradas, en cuanto hablaban de la patria, mostraban en su expresión y en sus gestos toda la emoción de que eran capaces, a Fallmerayer le parecía como si, para hacer lo mismo que ellos, cuando se ponía a hablar de los suyos tuviera que afectar en su mirada y en su voz una añoranza, cuando no falsa, sí al menos exagerada. Y en realidad le apetecía más hablar con los camaradas acerca de la condesa Walewska que de su propia familia. Se obligó a guardar silencio. Y le pareció como si mintiera el doble.

John Berger: Diferencia entre poema y cuento

Este párrafo aparece en un poemario, en el único poemario por ahora, de Julián Rodríguez: Nevada (Renacimiento, 2000)

Los poemas no se parecen a los cuentos, ni tan siquiera cuando son narrativos. Todos los cuentos tratan de batallas de un tipo o de otro, que terminan en victoria y derrota. Todo avanza hacia el final, cuando habremos de enterarnos del desenlace.
Indiferentes al desenlace, los poemas cruzan los campos de batalla, socorriendo al herido, escuchando los monólogos delirantes del triunfo y del espanto. Procuran un tipo de paz. No por la hipnosis o la confianza fácil, sino por el reconocimiento y la promesa de que lo que se ha experimentado no puede desaparecer como si nunca hubiera existido. Y sin embargo, la promesa no es la de un monumento. (¿Quién quiere monumentos en el campo de batalla?) La promesa es que el lenguaje ha reconocido, ha dado cobijo, a la experiencia que lo necesitaba, que lo pedía a gritos.
Los poemas están más cerca de las oraciones que de los cuentos.