miércoles, 13 de junio de 2018

Sam Shepard a las seis de la mañana



Seis de la mañana: el viento del sur acaba de amainar después de tres días seguidos soplando furioso. El aire en calma y mucho más cálido. Incluso se siente calor dentro de casa. Pienso: hoy soy exactamente un año más viejo que mi padre a la edad en que murió. Es un pensamiento extraño, como si fuera una especie de logro en vez de puro azar. Algo más que una circunstancia fortuita. Arranco lo largos mangos de seda negra. Hembras. Chisporroteos de electricidad estática azul. Veo que mi pecho desprende chispas. Tengo electricidad en el cuerpo. Cojo las muchas pastillas prescritas por el acupuntor. Las pongo en filas. Colores. Formas. Tamaños. Ni siquiera sé para qué son. Me limito a hacer lo que me han dicho. Alguien debe saberlo. Haz lo que te han dicho. La primera luz se cuela entre los piñoneros. Perros dormidos como leños en el suelo de la cocina, con las patas separadas como si les hubieran sorprendido en pleno galope. Preparo café en la vieja cafetera manchada. Tiro a la basura los posos de ayer. Unos ratones susurran en las rejillas de la calefacción, en busca de calor. Pienso en la respuesta de Nabokov a la pregunta de por qué escribe: “por placer estético”; nada más, “placer estético”. Sí. Signifique lo que signifique.

Sam ShepardYo por dentro

La traducción es de Jaime Zulaika

domingo, 3 de junio de 2018

El objetivo del fútbol



Llevo años impartiendo la asignatura de Ética en la Escuela de Entrenadores de Fútbol de Bizkaia y siempre ofrezco el mismo recorrido argumental a mis alumnos. La primera cuestión que planteo es qué es el fútbol. Vemos que, en esencia, en última instancia, es un conjunto de reglas. Es decir, un juego. Entonces nos preguntamos cual es el objetivo en un juego. La respuesta es fácil: ganar. Queda elaborado así el silogismo: si el fútbol es un juego, y el objetivo de un juego es ganar, el objetivo del fútbol ha de ser ganar. Esto parece una obviedad, pero no lo es tanto en un mundo en el que abundan los discursos vacíos, las palabras hinchadas sobre valores, argumentos que en realidad se temen poner sobre papel porque nos daremos cuenta de que son realmente difusos.


En cualquier caso, el problema de esta aparente obviedad de que el fútbol es un juego y el objetivo es ganar es que no es verdad. El objetivo del fútbol no es ganar, porque el objetivo de un juego no es ganar. O mejor dicho: lo es, sí; pero “cuando ya se está jugando”. Porque en realidad la razón de todo juego es, como el de un organismo vivo, pervivir, seguir existiendo, que se siga jugando. La razón de ser de la pelota es rodar, no ser golpeada, ni siquiera a la red.


Entonces, el objetivo del fútbol ha de ser el de seguir siendo jugado. He ahí una definición de un fútbol humanista: aquel que establece las condiciones para que los jugadores quieran seguir practicándolo. Por eso corresponde a los que forman parte del fútbol tener un comportamiento que haga honor al juego. Porque si se hacen trampas, si se busca la victoria a toda costa, si se pasa por encima de los rivales y compañeros y árbitros, llegará un momento en el que nos demos cuenta de que realmente no merece la pena jugar a este juego que se ha pervertido, que no divierte, que no fascina, que no seduce, que está corrupto.

Galder Reguera – Hijos del fútbol