Seis de la
mañana: el viento del sur acaba de amainar después de tres días seguidos
soplando furioso. El aire en calma y mucho más cálido. Incluso se siente calor
dentro de casa. Pienso: hoy soy exactamente un año más viejo que mi padre a la
edad en que murió. Es un pensamiento extraño, como si fuera una especie de
logro en vez de puro azar. Algo más que una circunstancia fortuita. Arranco lo
largos mangos de seda negra. Hembras. Chisporroteos de electricidad estática
azul. Veo que mi pecho desprende chispas. Tengo electricidad en el cuerpo. Cojo
las muchas pastillas prescritas por el acupuntor. Las pongo en filas. Colores.
Formas. Tamaños. Ni siquiera sé para qué son. Me limito a hacer lo que me han
dicho. Alguien debe saberlo. Haz lo que te han dicho. La primera luz se cuela
entre los piñoneros. Perros dormidos como leños en el suelo de la cocina, con las
patas separadas como si les hubieran sorprendido en pleno galope. Preparo café
en la vieja cafetera manchada. Tiro a la basura los posos de ayer. Unos ratones
susurran en las rejillas de la calefacción, en busca de calor. Pienso en la
respuesta de Nabokov a la pregunta de por qué escribe: “por placer estético”;
nada más, “placer estético”. Sí. Signifique lo que signifique.
Sam Shepard – Yo por dentro
La traducción es de Jaime Zulaika
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