miércoles, 15 de abril de 2009

Joe Brainard: Me acuerdo

KITSCH. Di de qué te acuerdas y te dirán quién fuiste, quién eres, quién serás.

Me acuerdo de cuando, en el instituto, si vestías de verde y amarillo los jueves significaba que eras gay.

Me acuerdo del día que dispararon a John Kennedy.

Me acuerdo de la profesora de bridge de mis padres…Presumía de no tener que llevar cerillas. Encendía un cigarro con la colilla de otro.

Me acuerdo de haber pensado en arrancar la página 48 de todos los libros que leyese en la biblioteca pública de Boston…

Me acuerdo de cuando las niñas se ponían las rebecas del revés.

Me acuerdo de un día en clase de gimnasia en que no pude decir “presente” cuando dijeron mi nombre al pasar lista. Algunas veces tartamudeaba tanto que las palabras no llegaban a salirme de la boca. Tuve que darle varias vueltas al campo.

Me acuerdo de cuando me llamaron a filas y tuve que ir al centro a hacerme un reconocimiento psíquico…El médico me preguntó si era gay y le respondía que sí.

Me acuerdo de cuando vendía sangre cada tres meses en la Segunda Avenida.

Me acuerdo de que siempre perdía un solo guante.

Me acuerdo de lo mucho que intenté que me gustase Van Gogh. Y de lo mucho que acabó gustándome. Y de lo mucho que, ahora, me revienta.

Me acuerdo de haber leído las cartas de Van Gogh a Theo.

Me acuerdo de cuando los negros tenían que sentarse en la parte de atrás del autobús.

Me acuerdo de evitar mirar a los lisiados.

Me acuerdo de desear haber sabido antes lo que sé ahora.

Me acuerdo de que me preguntaba por qué, si Jesús podía curar a los enfermeros, no curaba a todos los enfermos.

Me acuerdo de esa pequeña sacudida que das justo antes de quedarte dormido. Como cayéndote.

Me acuerdo de preguntarme si mi hermano mayor también era gay.

Me acuerdo de cuando los negros empezaron a mudarse a barrios de blancos. De cómo todo el mundo se echaba a temblar si un negro se mudaba a su vecindario porque el valor de las propiedades bajaba.

Me acuerdo de seguir mi dirección en el remite de las cartas hasta incluir “La Tierra” y “El Universo”.

Me acuerdo de los aparatos (en los dientes) y de cómo, en el instituto, se consideraban hasta cierto punto un símbolo de estatus.

Me acuerdo del olor a tabaco del aliento de mi padre.

Me acuerdo de haber pensado en lo bochornoso que tenía que ser apellidarse Hitler.

Me acuerdo de que George Whasington tenía los dientes de madera.

Me acuerdo de asegurarme de no dejar el meñique tieso.

Me acuerdo de que no podía entender cómo la gente muy fea o deforme podía soportarlo.

Me acuerdo de las “carne y hueso” cuando alguien te preguntaba la hora y no tenías reloj.

Me acuerdo de ponerme mi mejor ropa para ir a comprar ropa nueva.

Me acuerdo del día de la Madre y de llevar una rosa roja en la solapa cuando iba a la iglesia. (Te ponías una rosa blanca si tu madre estaba muerta. Y una rosa amarilla si tenías madrastra.)

…me acuerdo más de la nieve que de ver nevar.

Me acuerdo del escándalo que se armó con El guardián entre el centeno.

Me acuerdo de sentir pena por la gente negra, pero no porque pensara que estaban discriminados, sino porque pensaba que eran feos.

Me acuerdo de la lavadora y la aspiradora funcionando a la vez.

Me acuerdo de que sabía lo que significaba “caramelo” mucho antes de saber cómo se escribía.

Me acuerdo de cuando hablaban de mí como si yo no estuviese presente.

Me acuerdo de los diagramas de los análisis sintácticos. Y de las fichas de cálculo, más que del cálculo en sí.

Me acuerdo de que en nuestra parroquia se decía que, cuando en la Biblia ponía “vino”, en realidad quería decir “mosto”. Así que en la comunión tomábamos mosto.

Nota: la traducción es de Julia Osuna Aguilar.