sábado, 30 de octubre de 2010

Arturo Seaton

28/10/10
Al que sale del trabajo le queda su casa. Al que le sacan de su casa para trabajar, y le mandan lejos, ¿qué le queda al despertarse?: ¿El trabajo?, ¿su casa? No me jodas. No le queda nada.


29/10/10
A nivel de contenedores, la basura orgánica vuelve orgánicos plásticos y latas. Si se mezcla con ellos. Desde que vivo aquí no reciclo nada. Y raro es el día que no aparezco en la calle con una bolsa gris llena. El ordenador, en una mano; la basura, en la que me queda libre. Hay dos contenedores –uno verde y otro amarillo, que no uso- al pie del portal, retirados cinco metros. Diez, máximo. 
Hace unos días llevaba las manos libres, salía de mi casa, hacía sol. Y no colgaba nada de mis muñecas salvo el reloj, anillos no tengo en los dedos. Se me había olvidado la basura y el ordenador estaba en el trabajo y no pensaba retroceder, porque ya era tarde. Entonces me topé con una mujer mayor que paseaba una bolsa de basura más grande que las que yo suelo cargar. Me encaró, amable. Me pidió que le abriera el contenedor: ella no tenía la coordinación suficiente para pulsar la palanca con el pie y levantar con los brazos la bolsa hasta salvar la puerta levadiza. Tengo que decir que los contenedores estaban (están) separados del bordillo y eso obligaba a la señora a descender hasta el asfalto. Y los bordillos son altos aquí.
Así que lo hice, le presté mi pie derecho. Fui amable como su petición, sin mayor esfuerzo. La mujer sonrió a mi ayuda desinteresada. Parecía que le acababa de abrir la entrada a un hotel de postín, pero era la puerta de un contenedor verde apagado. La basura entró. Luego levanté el pie y la puerta cayó al instante. Ella y yo nos quedamos fuera. Y seguiremos fuera. Y, aún fuera, esperamos una salida para nuestros insignificantes problemas.


30/10/10
Las servilletas se destruyen deprisa. Los árboles crecen despacio. No lo digo yo, lo dicen las servilletas de una cantina moderna donde espero un tren moderno. Pongo a recaudo unas pocas en mi bolsillo y espero cinco minutos, para saber lo que dura la verdad de un slogan.
¿Lo ves?, tal cual. Aquí siguen.
Es otoño, las hojas caen de los árboles, ¿de dónde si no?
Caen como servilletas que se destruyen deprisa.