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Era como descubrir otra raza de personas -sentado
en la cama, pasé un brazo por los hombros de Elena- en las que nunca se piensa, que
son casi como objetos. El tipo que te lleva la maleta, el tipo que te limpia
los zapatos, el tipo que te vende el paquete de tabaco. No son amigos, ni
clientes, ni nada. Pero he empezado a mirarles y a preguntarme dónde está la
culpa.
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¿Qué culpa?
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La culpa de que hasta ahora no haya pensado que ellos son hombres.
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Pero, Javier, todo esto es infantil. Nadie ignora que esa gente es igual que
todos nosotros. Pero que viven de distinta manera.
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¡Eso es lo que yo trato de averiguar! ¿Por qué viven de distinta manera?
[…]
Rio tenuemente […]
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Porque tú has nacido en una buena familia y, además, eres… Déjame que termine.
Y además eres inteligente, muy inteligente, y muy trabajador. Y honrado. Y
sabes lo que quieres. ¿De acuerdo? -su
boca reptaba hacia mis labios-.
Dime si no es así. Si no es así, no te quiero. Dímelo.
La fotografía es de Cristina García Rodero