martes, 15 de junio de 2010

Marià Manent: Diario disperso (1918 - 1984).


He leído A history of Japan, de J. Ingram Bryan. Cuando en aquel país la monarquía ha fracasado, se ha levantado el dictador, el shogun, aplicando así el principio de Confucio: el gobierno de los pueblos ha de estar regulado, no por la herencia, sino por la eficacia. Durante largos siglos el emperador no ha gozado de poder real: ha sido un simple instrumento del shogun, como los reyes merovingios lo eran de los grandes camarlengos del palacio. Según como se mire, da una impresión penosa leer estos resúmenes de historia. Guerras y más guerras, crímenes, alevosías. Se diría que la vida humana no vale nada y que el color predominante de la historia lo dan estos terribles lagos de sangre. Parece imposible que haya habido calma para el arte, para la poesía, para la estética ceremonia del té, para el ikebana (la sabia disposición floral), el bonseki (delicado pesebrismo japonés que componía exquisitos paisajes en miniatura, con arena y guijarros). El No o drama lírico, la laca, el cloisonné, la seda pintada, ¿cómo han podido llegar hasta nosotros por encima de los lagos de sangre?



Notas:
La traducción es de José Muñoz Millanes.
La fotografía, de Alfonso Sánchez García y la he visto en:http://www.kalipedia.com/arte/tema/importancia-fotog...