domingo, 4 de enero de 2009

Ray Loriga: Caídos del cielo

Los mangos de las pesas estaban fríos. Cuatro kilos de frío en cada mano. Tal vez porque ese chico lector de Robert Lowell quería ser como Bruce Lee, hizo también algunos abdominales. Sabía que no tenía mucho en común con ellos, con los dos protagonistas. Las botas de punta afilada nunca le entraron bien en sus pies anchos. No solo era eso: Sabía que aquello que contaba el otro chaval sobre su hermano, el poeta, era una mentira, pero aguardó sin moverse, hasta que acabó con ella. Le gustó que le contaran bien la primera mentira del año.