Atletismo. Escribir buenos relatos debe de ser algo así como estar dispuesto a correr la maratón para que solo cuenten los metros finales, los que pateas en el estadio, y que obligatoriamente deberás hacer al sprint y sonriente, como si te mantuvieras fresco. Leerlos y después editar un post sobre buenos cuentos me parece lo opuesto. Así que, precisamente por ese motivo, esto no va a ser largo.
Además porque ocurre en dos días. Leo Zeppelin –un cuento, el nombre de un bar y el título del libro- en El síndrome Chéjov, lo voy a recoger a una librería de Madrid y lo leo en mi casa con el mismo chicle mascado en la boca con el que lo empecé nuevo.
Me cuesta cada vez más trabajo encontrar libros de cuentos en los que todos los relatos me interesen de la misma forma. Así que me sentí extraño. Como cuando tuviste la suerte de quedarte sin gasolina a los pies de un surtidor. Y me refiero a un libro que volveré a leer porque todos los relatos contienen vida, que para mí es lo primero. Cuentos cortos, de distinta factura, de dos a catorce páginas y con pocas palabras en cada una de ellas.
O sea, las distancias que mejor me van: porque los cuentos que no son cien metros lisos los paso a leer como una novela o como ciento diez metros vallas (u obstáculos).
Después de terminar, como solo son seis cuentos –por las bases del concurso a raíz del cual se publicó-, me pregunté si el autor conseguiría aguantar el tiempo suficiente para publicar un libro tan bueno como éste con, pongamos, diez cuentos. A veces, las preguntas tienen algo de deseo.
Además porque ocurre en dos días. Leo Zeppelin –un cuento, el nombre de un bar y el título del libro- en El síndrome Chéjov, lo voy a recoger a una librería de Madrid y lo leo en mi casa con el mismo chicle mascado en la boca con el que lo empecé nuevo.
Me cuesta cada vez más trabajo encontrar libros de cuentos en los que todos los relatos me interesen de la misma forma. Así que me sentí extraño. Como cuando tuviste la suerte de quedarte sin gasolina a los pies de un surtidor. Y me refiero a un libro que volveré a leer porque todos los relatos contienen vida, que para mí es lo primero. Cuentos cortos, de distinta factura, de dos a catorce páginas y con pocas palabras en cada una de ellas.
O sea, las distancias que mejor me van: porque los cuentos que no son cien metros lisos los paso a leer como una novela o como ciento diez metros vallas (u obstáculos).
Después de terminar, como solo son seis cuentos –por las bases del concurso a raíz del cual se publicó-, me pregunté si el autor conseguiría aguantar el tiempo suficiente para publicar un libro tan bueno como éste con, pongamos, diez cuentos. A veces, las preguntas tienen algo de deseo.
Notas.
1. Este libro ganó el Premio Internacional de cuentos Manuel Llano, 2006.
2. La fotografía es de García-Alix.
1 comentario:
Que interesante , atletismo [athlos], "lucha" renunciar a la lucha es renunciar a la vida , porque la vida misma es lucha .Supongo que las preguntas , también son como los sueños puro deseo. Un saludo
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