miércoles, 21 de enero de 2015

Miguel Ángel Ortiz - La inmensa minoría

COSAS DEL PALO



Según Retaco, el personaje principal, dos cosas similares son dos cosas del palo. Se pasa el día en el instituto, preparando exámenes, entre profesores, entre amigos, aprendiendo entre otras cosas que los periódicos deportivos solo  enseñan a no saber perder.
No me queda claro si enseñanzas regladas y equipos de fútbol profesional son cosas del palo. Las personas están más bien hechas para la derrota y el deporte de alta competición para una victoria artificialmente obligada. A unos les va bien, a otros les va peor. En el día a día de La inmensa minoría, cada cual, independientemente de su juventud, intenta deshacerse de esa derrota escrita en un entorno social deprimido, de una manera muy distinta.


Tiene un punto el libro de Miguel Ángel Ortiz que me ha hecho mezclar conscientemente su lectura con la de otros dos pares de novelas. El primer par corresponde a Pasolini: Chavales del arroyo y Una vida violenta. Los libros de Pasolini y no la cercana fecha del aniversario de su asesinato en Ostia. Mezclarlas para comprobar un cierto parecido entre el mundo de los alrededores de dos grandes ciudades, entre el mundo del subproletariado romano y el barcelonés y su gusto por describirlo tan sin complejos como Pasolini. Juegos de cartas en lugar de juegos de móviles, medios litros de vino en lugar de esos culos de cervezas que alguien no apuró, putas romanas por putas rumanas, cines por televisiones, derribos de chabolas en la misma línea que los desahucios ejecutados por bancos, bomberos y policías, chicos nacidos en los treinta y cuarenta en lugar de chicos y chicas nacidas en los noventa. ¿Todo sigue igual? No todo, no el sistema escolar universalizado, ni las comunicaciones que simboliza la Torre de Comunicaciones de Montjuich, ni el sistema de alcantarillado, ni la periódica recogida de basuras,  pero sí unas cuantas estructuras económicas y sociales, sí la posición que ocupan los humillados, los que trabajan manualmente cuando no ganan lo suficiente o no trabajan, los mendigos, aunque ahora duerman a los pies de un cajero automático. No hay tuberculosis, pero hay sida, drogas y chicos que reniegan de sus padres de un modo distinto a como unas cuantas décadas y una posguerra antes lo hacían los más jóvenes.



Sin embargo La inmensa minoría no es Pasolini, aunque recuerde a él. Como dice Joubert el efecto de las bellas artes tiene como único mérito…el de hacer imaginar almas por medio de cuerpos. La inmensa minoría consigue este efecto habitualmente. Pasolini, en más contadas ocasiones y páginas. Pasolini es más externo, es más entorno; Miguel Ángel Ortiz, más íntimo.
La inmensa minoría tampoco es un trasunto del otro par de novelas, las conocidas, juveniles y exitosas de Susan E. Hinton: Rebeldes y La ley de la calle. No son novelas del palo. Sin embargo, la escritora nacida en Tulsa apunta en algunos momentos en una dirección que me interesa igualmente, cuando habla de las pandillas. Cuando estás en una pandilla, defiendes a cualquier miembro. Si no das la cara por ellos, si no permaneces unido, si no actúas como hermanos, ya no es una pandilla. Es una manada. Una manada enmarañada, desconfiada, venga a reñir, como los socs en sus clubs o las bandas callejeras de Nueva York o los lobos en el bosque. Habría que recordar que socs es la abreviatura de socials, la clase alta, los niños ricos del West Side que, muy al tanto de no mostrar su verdadera personalidad, rivalizan con los greasers, los chicos del East Side. Habría que recordar que existe un conflicto continuo en la sociedad y que no es solo una cuestión de dinero lo que diferencia a unos de otros. Es una cuestión de sentimientos, unos no sienten nada y otros lo sienten todo con demasiada violencia.   




Retaco sabe bien dónde colocar los suyos. Yo no hubiera querido nacer en ningún otro barrio de Barcelona…Me gustaba vivir allí con lo bueno y con lo malo. En mi barrio, la gente era de verdad. Con sus defectos… La violencia…no es el peor de los sentimientos de ese barrio.
Sin embargo, hay escritores que bien podrían definirse como socs o como greasers, hay quienes creen que la cultura es un jardín y hay quien piensa que es más un campo de batalla. La relación que tienen con la literatura es muy distinta, es lo que Marta Sanz reproduce en voz de Ignacio Echevarría. Desmonta la falsa pérdida de centralidad por medio del arrinconamiento de los escritores y la sustituye por la progresiva insignificancia a la que viene reduciendo su mansa adaptación a las condiciones creadas por la sociedad de consumo. Este fenómeno, argumenta, ahora Marta Sanz, presenta un curioso síntoma: más allá de la censura ejercida por el rodillo del mercado, en la literatura no se practica una censura ideológica que quizá sí puede detectarse en la televisión. Y un poco más adelante sin salirnos de No tan incendiario podemos leer: La censura se aplica a lo que importa, a lo que repercute, a lo que trasciende. Lo literario ya no le importa a nadie.



Evidentemente, Marta Sanz está generalizando. Hay escritores a los que sí que les importa lo literario. Y lo sienten violentamente. Este libro es una prueba de que ni todos los escritores no todos los libros son cosas del palo. ¿Son las series televisivas, por el mero hecho de representar narrativas densas que exigen cierto grado de atención, las nuevas novelas? No, yo diría que no. Y, en cualquier caso, daría igual, porque seguimos necesitando un tiempo para reflexionar que la televisión no nos concede y la novela sí. Necesitamos pensar, necesitamos pausa, necesitamos que el medio campo pare el juego del equipo cuando recupera el balón. Sobran los defensas, sobran los delanteros, los porteros, los árbitros. No podemos seguir perdiendo partido a partido, siempre corriendo detrás del balón. 


Nota: Las fotografías son de Bleda y Rosa

No hay comentarios: